Breverías erasmianas (XI) “Amicorum communia omnia” (Todo es común entre amigos) – «Amicitia aequalitas. Amicus alter ipse» (Amistad es igualdad.El amigo es mi otro yo)
Dedicado a mis amigos contertulios
Dado que el próximo jueves 7 de noviembre este blog cumplirá tres años, lo abro hoy con la foto que publiqué en esa misma fecha del año 2010. Pero lo dedico a dos breverías erasmianas que se relacionan con esa amistad que ignora paralelos y meridianos.
En estos últimos tiempos he constatado personalmente uno de los efectos positivos de Internet: el reencuentro con antiguos compañeros, de cuya amistad perdí el rastro hace décadas, con quienes he retomado la conversación como si el tiempo no hubiera pasado.
La amistad con quienes había perdido de vista se ha revitalizado gracias a este espacio virtual. Por añadidura, las páginas de este blog han reforzado los intercambios con nuevos amigos y familiares, y han puesto de manifiesto afinidades con personas que ni siquiera he visto, pero con quienes tengo ahora algo en común.
Erasmo de Rotterdam tuvo muchos y excelentes amigos, con los cuales, cuando la distancia no permitía los encuentros cara a cara, mantenía una nutrida correspondencia, al menos hasta que la muerte no le privaba de ellos. Más de uno fue víctima de los integrismos y las intrigas de su época.
Es significativo que sus glosas de los adagios (Adagiorum chiliades) se abran con dos proverbios grecolatinos que ensalzan la amistad como comunión, igualdad y afinidad (Les Adages d’Érasme, Les Belles Lettres et le GRAC (UMR 5037), Lyon 2010, pp.63 a 65):
Todo es común entre amigos
(Adagio I i 1)
Porque no hay proverbio más saludable ni más celebrado que este, he querido que inaugure este repertorio de adagios para situarlo bajo felices auspicios. Si, en la misma medida en que está en boca de todos, estuviese impreso en el alma de los hombres, sin duda nuestras vidas se librarían de la mayor parte de sus males.
Sócrates deducía de este proverbio que todo pertenece a los hombres buenos del mismo modo que a los dioses. Todo –afirma- pertenece a los dioses. Los buenos (boni viri) son amigos de los dioses y entre amigos todo es común. Por tanto, todo pertenece a los hombres buenos (Bonorum igitur virorum sunt omnia)
Y, como tiene por costumbre, Erasmo, cita sus fuentes, empezando por Eurípides (Andrómaca, 804):
Los verdaderos amigos no tienen nada propio,
Pues entre ellos todo es íntegramente común
Sigue con Terencio, Aristóteles, Platón (es feliz la sociedad donde no se oye hablar de lo que es mío o no es mío), Marcial, Teofrasto, Plutarco, Cicerón (res amicorum communes et amicitiam aequalitatem) que atribuye el adagio a Pitágoras, como lo afirmaban también Diógenes Laercio y Aulo Gelio en sus Noches Áticas:
Porque todos los que eran admitidos en aquella agrupación de estudiosos compartían vida familiar y dinero, lo que de hecho, con un término del latín, se denomina cenobio (κοινόϐιον) para expresar esa sociedad de vida y de fortunas
De pasada Erasmo se queja de los cristianos que estigmatizan la idea de comunidad de Platón, a pesar de que su propuesta de vida en común es, a juicio de nuestro humanista, la más cristiana que filósofo pagano haya jamás formulado.
Es sabido que el ideal de la comunidad de bienes de la primera iglesia se mantuvo mientras duró la idea del que Jesús iba a volver pronto a poner las cosas en su sitio y a sus primeros seguidores en los puestos de primera línea en el Reino de los Cielos. Cuando se constató que la cosa iba para largo, aquella generosidad inicial se fue limitando a una comunión mística y simbólica, la koinonía. La vida en común se restringió a los cenobitas y el comunismo inicial dio paso a diversas atenuaciones del ideal cristiano.
Al fin y al cabo la amistad tiene muchas formas y muchos caminos y no sólo se mantiene en un cenobio o en un convento (lo que Erasmo confirmó al exclaustrarse)
Amicitia aequalitas. Amicus alter ipse
(Adagio I i 2)
Lo que podríamos traducir como Amistad es igualdad. El amigo es mi otro yo.
En su glosa de este segundo proverbio de su voluminosa antología, Erasmo recuerda que lo mismo quiere decir la expresión aristotélica amicus alter ego. Pero el origen del proverbio se atribuya a Pitágoras.
Completa el comentario con una nueva cita de Las leyes donde se afirma que el ideal de igualdad se ha de practicar
tanto por los jóvenes como por los viejos, por los doctos como por los indoctos, por estultos y por sabios, por robustos y por débiles, sin perjuicio de que a cada cual se le reconozca su dignidad, pues, según Platón, la suma igualdad acaba en suma desigualdad (summa aequalitas summa fit inaequalitas)
::::::::::::::::::::::::
En resumidas cuentas, la sinergia entre ambos adagios nos recuerda que la amistad nace y se nutre por variados caminos, y por dos en particular. El primero se inicia con el descubrimiento de nuestras afinidades con otra persona y conduce al reconocimiento del alter ego, a la comunidad de ideas y preferencias y a la aequalitas a la que alude el proverbio. El segundo recuerda que, en sentido inverso, la convivencia en una comunidad genera a menudo el descubrimiento de coincidencias y afinidades, el sentimiento de igualdad y la identificación con los amigos. De estas y de otra innumerables formas surge y se fortifica la amistad, de lo que, en la antología de Erasmo, también testimonian otros adagios que tienen como tema la amistad y que dejamos para otro día.
Por el momento, concluiré con una microrrelato que se refiere precisamente a los orígenes y pervivencia de una comunidad de amigos:
Hubo hace casi cincuenta años, en un lugar de América, en el seno de una organización militante, una comunidad estudiantil que lo compartía todo en un ambiente de exigencia intelectual, y en especial sus ideales de mejorar el mundo.
A lo largo de algunos años y meses vivieron en común las dificultades y las ilusiones de una ascética formación y de la preparación para la acción, aguijoneados por ese espíritu que ensalza el salmo 133: ‘Ecce quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum’
Algunos, perseverando en la organización que les reclutó y les formó, siguen, en su fe original, esforzándose por salvar cuerpos y almas; otros eligieron partir para construir su vida cada uno con sus propias circunstancias y en lugares diversos. Los que ya no están no han sido olvidados.
De aquellas grandes ambiciones, de aquella fe, de lo que a todos les unió, unas afinidades tácitas, unos sentimientos y un manojo de convicciones han resistido al paso del tiempo.
Los que residen cerca han comenzado a reunirse cada mes en una tertulia. Los que vivimos lejos la compartimos activamente, gracias a la Red. Hace unos decenios formábamos una comunidad de hermanos, hoy nos seguimos reconociendo como amigos, sin que el tiempo parezca haber pasado.
– ¿Me lo puede formular mejor?
– Pues, mire usted, no sabría hacerlo. Al fin y al cabo, la amistad se vive sin demasiadas explicaciones.
Amore, more, ore, re servantur amicitiae
Valeas
Querido José María,
Este aforismo, tan sabio, no lo conocía (aprovechaste mejor que ninguno las clases de latín de Canito).
Que la amistad para mantenerse necesita del afecto, la frecuentación, las palabras y los hechos es algo que parece probado; y que lo que surgió así se mantenga a pesar de la distancia de los años y la geografía es admirable.
Un abrazo
Moncho
Hola Ramón, es para mí un placer felicitarte por este tercer cumpleaños, un nuevo año siguiendo tu personalísimo blog, que espero sean muchos más. Compartir intereses aunque sea en la distancia, o quizá por eso, es muy gratificante. ¡Es una maravilla tener línea directa con Suecia todas las semanas desde Madrid!
Es verdad que internet facilita una nueva forma de amistad que también se puede disfrutar. Bonito homenaje el tuyo a esta nueva forma de tener amigos.
¡Enhorabuena! y un fuerte abrazo
Mercedes
¡Gracias mil, Mercedes!
¡También tu me mantienes en línea directa con Madrid!
A ver si comento lo que bien nos explicabas hace poco en tu blog sobre los jardineros de mi ciudad natal. Al Retiro me llevaban regularmente mis padres y mis abuelos y junto al parque de la Fuente del Berro vivimos dos años con los niños, con los que paseamos a menudo por sus veredas, y me dolería mucho que la privatización de los servicios públicos haga difícil la vida de sus trabajadores y, de rechazo, deteriore paulatinamente todos esos jardines de nuestra sufrida ciudad.
Un gran abrazo
Ramón