Breverías erasmianas (VI). “A mortuo tributum exigere» (Exigirle el tributo a un muerto)
Corren tiempos en que se exprime directa e indirectamente a los que no tienen escapatoria, empezando por los que menos tienen y por los que han obrado honradamente. La verdad es que eso que llamamos la humanidad lleva siglos sin lograr que tal estado de cosas desaparezca. Ya a comienzos del siglo XVI se estrujaba a los indefensos, se mantenían las tradiciones medievales de los diezmos y primicias a favor de los eclesiásticos y estaba en auge la práctica de la simonía y de la venta de indulgencias, alimentando así el malestar que condujo a la reforma protestante. Los príncipes y los papas expoliaban a sus súbditos para equipar ejércitos, contratar bandas de mercenarios e invadir territorios ajenos.
El pequeño ensayo, que Erasmo de Rotterdam publicó en la edición de sus Adagios de 1515 y donde comenta el adagio “Exigirle el tributo a un muerto”, aparecía ya en la edición de 1508 con menor extensión. El texto resume sus ideas sobre la ética de los negocios y sobre los impuestos. Es una crítica de las exacciones, tributos, diezmos, gabelas, dacios y arbitrios seculares y eclesiásticos que eran bien conocidos para los lectores de su tiempo (algunos de los impuestos canónicos siguieron vigentes hasta hace poco). Las revueltas de los campesinos de la primera mitad del XVI estallaron para liberarse, entre otras cosas, de la multitud agobiante de tales contribuciones.
Erasmo critica las tasas impuestas al pueblo menesteroso y ataca la venta de cargos públicos y de beneficios eclesiásticos, así como lo que entre nosotros se ha llamado ‘cultura del pelotazo’, practicada por «esa clase de sórdidos especuladores» que andan «comprando aquí para vender allí por más del doble o explotando mediante monopolios a la pobre gente». En cuanto a la usura, a pesar de desmarcarse de la tradición que la condena, se escandaliza de que se considere a los usureros –es decir los banqueros– como «pilares de la Iglesia».
En La educación del príncipe cristiano Erasmo insistirá en que el Estado debe intervenir en la economía para impedir la concentración excesiva de las riquezas en manos de unos pocos y para proteger al pueblo llano de la miseria. En los Coloquios también se ocupa de la moral de los negocios: en el Banquete religioso reconoce la legitimidad del capital que se produce como resultado del propio trabajo, pero en la Ictiofagia (así como en carta a Damião de Góis el 25 de Julio de 1533) fustiga la explotación y el pillaje que bajo capa de cristianización acompañan a la empresa colonizadora.
La especulación y el monopolio son prácticas a las que aludió con ejemplos concretos en muchas de sus obras y mencionó con frecuencia en sus cartas. Propugna la intervención de las autoridades para controlar pesos y medidas, vigilar las alzas abusivas de precios y supervisar la calidad de los alimentos.
Lo que sigue es una selección de párrafos del comentario de Erasmo que, pese a que ha pasado tanto tiempo, siguen sonando familiares.
Apo necrou forologein significa «exigirle el tributo a un muerto», y se decía de quien, lícita e ilícitamente, amontona riquezas de cualquier procedencia. Aristóteles en el libro segundo de la Retórica lo cita así: «hasta de un difunto saca provecho», reflejando lo que se solía decir de aquellos que con manejos deshonestos iban en pos de una ganancia, viniera de donde viniera, obtenida incluso de negocios mezquinos y sórdidos, como Vespasiano de los urinarios, o a partir de actividades vergonzosas, como el proxenetismo o la prostitución; o como quienes estrujan a los amigos, a los menesterosos, a los mendigos o, por último, hasta a los muertos. Los nobles romanos que excavaron los monumentos de Corinto y expoliaron los bronces corintios fueron reprobados y se acuñó un término que expresaba la mezquindad de lo que hicieron. Por esta razón las cosas que se roban de aquella manera se denominan necrocorintos.
En concreto, si te atienes a las prácticas actuales, yo aceptaría mucho antes al usurero que a esa clase de sórdidos especuladores que con trucos, falsedades, imposturas, falacias, andan a la caza de beneficios de cualquier procedencia, comprando aquí para vender allí por más del doble, o explotando mediante monopolios a la pobre gente; y sin embargo, estos agentes, que no tienen otra ocupación en la vida, son casi los únicos que consideramos honrados.
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La rapacidad de éstos sobrepasa toda elocuencia. No existe ocasión de la que no extraigan algo de ganancia. No hay límite ni fin; a diario inventan nuevas formas de presión, y lo que fue un atraco aislado en determinadas circunstancias se convierte en mordisco permanente. Estas prácticas, ya de por sí bastante odiosas, al ser ejercidas de forma aún más odiosa por funcionarios arrogantes, generan un considerable grado de hostilidad hacia los príncipes, quienes sin embargo nada estiman indigno de sí con tal de sacarle una ganancia, es decir, con tal de que a causa de ello el hambre de los humildes crezca y se acreciente el lujo de los nobles, o más bien de los piratas. Y no faltan quienes, manejando las leyes como redes, obtienen ganancias nada despreciables de los crímenes de los delincuentes. ¿Hay acaso un cargo público, un puesto, una prefectura que no esté en casi todas partes a la venta? Finalmente, como estas prácticas, aun siendo muchas, no pueden colmar ese tonel verdaderamente agujereado que es el fisco de los príncipes se pretexta una guerra, los generales se ponen de acuerdo, y al pueblo infeliz se le sorbe hasta la médula, como si un principado no fuese apenas otra cosa que un ingente negocio.
Adagio 812 (I ix 12).
Traducción del autor de este blog en su edición de Adagios del poder y de la guerra y Teoría del Adagio. Madrid, Alianza Editorial, Bolsillo Filosofía, 2008
Muy bueno Ramón..
Hola Eva,
Gracias por tu comentario.
Cuando lees estos viejos textos te das cuenta de que hay un «eterno humano» que sigue erre que erre cayendo en las mismas tropelías.
Saludos
Ramón
Hola Ramón,
es muy triste comprobar que en cierto modo algunas cosas no han cambiado desde hace siglos.
Si no fuera tan grave lo que está pasando sería para decir que es surrealista, el desequilibrio entre los que causaron el problema y los que lo sufren. Muy grave.
Un abrazo
Hola Mercedes,
Gracias por comentar.
Tienes razón. Da la impresión de que la humanidad ha tendido siempre a dividirse entre los indispensables y los dispensables (ahí estamos la mayoría). Cuando todo va bien, todos contentos. Cuando la mala gestión y la obcecación de los primeros (cierto que apoyados y seguidos por una gran cantidad de confiados ilusos de la categoría mayoritaria) causan estragos, enseguida nos recuerdan que es a ellos a quienes corresponden los mejores salvavidas. Los demás que hagan cola hasta que les toque el turno (muchos se irán a pique sin que les llegue la vez).
Un abrazo
Ramón