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Sentimientos y latitudes

16 enero, 2012


El pasado sábado fue uno de esos días radiantes del invierno de Gotemburgo, donde la sensibilidad del carpe diem, “aprovecha el día”, se concreta en el carpe solem, “aprovecha el sol”.

Pero también: aprovecha el aire fresco y diáfano de un sábado glorioso, junto a la ría, en las calles, a lo largo de los canales, en las cafeterías de ambos lados del puerto, en las veredas por donde corretean los practicantes del jogging.

Las gaviotas también se lo toman con calma

El momento es favorable a los músicos callejeros, en este caso un coro familiar de sufridos migrantes eslovacos, que cantan bien entonados y al que los viandantes merecidamente dan su contribución.

Más hacia el sur…

Pero ayer domingo leo una de esas columnas desacertadas, que, entre tantas otras afortunadas, se le escapan de vez en cuando a Manuel Vicent. En este caso, para exaltar los gozos del vivir a orillas del Mediterráneo, uno de sus temas favoritos, se le ocurre compararlos con la oscura vida de los países del norte, proclamando que hay “una división más profunda que atañe a la actitud moral con que los habitantes del norte y del sur se enfrentan a la vida” (“Dilema”, El País, 15 de enero).Dicho sea de paso, los abogados de Francisco CampsJaume Matas e Iñaki Urdangarín deberían inspirarse en el artículo para buscar algunos factores eximentes que expliquen la conducta de sus defendidos.

Así que para ilustrar las ideas de ese artículo no me queda más remedio que poner una foto menos radiante…

¿Qué tal con unos tétricos pájaros del norte brumoso? A Hitchcock le hubiese gustado…

El apremio por escribir demasiadas columnas obliga a algunos escritores a inspirarse en lo que otros han publicado en días anteriores, por ejemplo la discusión sobre las tesis de Max Weber sobre catolicismo, protestantismo y capitalismo que apareció hace poco, también en El País. Quizás se explique así que a veces, como una especie de broma, hilvanen su texto, como ayer Manuel Vicent, con tópicos manidos:

Esta moral filosófica del sur ante la vida, el hecho de que aquí la razón exija ir en busca del placer a como dé lugar, no es compatible con la idea de que a este mundo se ha venido a trabajar y a ser responsable

¡Los jóvenes españoles que se están marchando a Alemania le darán las gracias sin duda por esta consoladora “filosofía” mediterránea! Precisamente, cuando están reventando no pocas pústulas en la gestión de la cosa pública en la Comunidad Valenciana, donde, parafraseando a Vicent, sus dirigentes han elegido la bolsa y la buena vida, dejando a los valencianos el consuelo de tomarse unas cañas en el bar “ante una ración de gambas bajo la dulzura de un sol de 25 grados” (lo de las gambas será por los que aún tienen un empleo). Ya se sabe que a los del sur nadie nos gana a vivir trampeando…

La cultura católica de los flagelantes, el dolor de contrición, la imaginería truculenta y los confesionarios, si nos atenemos a lo que escribe Manuel Vicent, nunca han logrado eclipsar la alegría del buen vivir mediterráneo, puesto que

recibida la absolución el pecador puede irse al bar a tomar un par de cañas como si no hubiera pasado nada…

Mientras que…

…el protestante boreal se adentra cada noche en la oscuridad con la culpa pegada a la nuca como una niebla por no haber sido recto y eficiente del todo durante el día

¡Pobrecitos nórdicos, doblegados bajo el fardo de su culpa! ¡Menos mal que ya tienen algunos bares de tapas en sus lúgubres ciudades y pueden comprar naranjas de Valencia y fresones de Almería en los supermercados!

Sesudas las tesis de nuestro columnista castellonense:

La moral calvinista es una forma muy dura de salvación frente a la laxitud con que en el confesonario católico se perdonan todos los pecados, incluso los más execrables.

Mi coetáneo no parece acordarse de cómo nos hacían recitar el “Yo pecador” (“¡por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”), nos culpabilizaban desde la más tierna infancia y nos contaban historias terribles sobre niños muertos en pecado mortal.

En esas mismas clases de religión se nos enseñaba que Lutero fue un vicioso comilón, borracho y fornicador, mientras la raza hispana destacaba por sus sobrios ascetas y místicos, así como por sus nobles guerreros y su pueblo sufrido y trabajador.

Sin llegar a los extremos del garrote vil de hace unas décadas, digamos que para “culpas pegadas a la nuca” las que proclama el catecismo oficial católico en su epígrafe 402:

Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán. San Pablo lo afirma: «Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores» (Rm 5,19): «Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron…» (Rm 5,12)

Acabar con las caricaturas

Basta en realidad vivir una temporada por esos mundos “boreales”, para que esa rancia división demuestre su irrelevancia. En todas partes hay gente que sabe vivir y trabajar y otros que se aprovechan del trabajo ajeno; en todas partes hay gente que se mueve por sentido de responsabilidad y por una conciencia ética (nada que ver con esa “culpa pegada a la nuca”) y otros que no tienen escrúpulos de ninguna clase.

Por desgracia esos tópicos se siguen publicando y firmando, sospecho que sin que la mayoría de los que se remiten a Max Weber lo hayan leído. Creo más bien que, en una época de tanta amargura para millones de españoles, no tiene sentido jugar con falsas razones “psico-geográficas” de latitud y religión, según nos haya tocado nacer más al sur o más al norte.

La situación de muchas buenas gentes golpeadas por la crisis más bien conduce no a pensar como en el texto de Manuel Vicent, sino a parafrasear con cierta libertad el Cantar del Mio Cid:

‘¡qué buenos ciudadanos, si eligiésemos mejor a nuestros dirigentes!’

¡que la luz del norte, del sur, del este o del oeste, con el sol saliendo por Antequera o por Ifach o por donde le dé la gana, ilumine tiempos mejores, donde las religiones no se usen como pretexto y las especulaciones y prejuicios «psico-geográficos» no condicionen nuestra forma de ver a los demás!

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