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Recicladores de cabezas y otros motivos de meditación

17 junio, 2011
La tienda de Squatriti. Vitrina. Roma. Foto R.Puig

La tienda de Squatriti. Vitrina. Roma. Foto R.Puig

Ayer he sentido una cierta melancolía ante la vitrina de Squatriti en Via Ripetta. Las cabezas de las muñecas se apelotonan contra el cristal reclamando una segunda oportunidad. De porcelana, de madera, de papier maché, de plástico, ahí están tras muchos años de servicio, arrancadas quizás de un cuerpo sabiamente articulado por su infantil propietaria y sustituida por otra más moderna (¿una Barbie?)

La tienda de Squatriti. Interior. Roma. Foto R.Puig

La tienda de Squatriti. Interior. Roma. Foto R.Puig

Alguno de los lectores, sobre todo lectoras, de este blog, recordará la tienda de Mariquita Pérez en la calle de Serrano de Madrid, nido de sueños para las niñas de hace décadas, pues, aunque las mariquitas pérez tuviesen un varoncito como compañero, se consideraba sospechoso que un niño quisiera jugar con muñecas. Nosotros soñábamos más bien delante de los escaparates de Pabú Pabú o de El paraíso de los niños con el regalo de un coche de carreras o un camión de bomberos.

La tienda de Squatriti. La patrona. Roma. Foto R.Puig

La tienda de Squatriti. La patrona. Roma. Foto R.Puig

La impresión siniestra que pudiera producirnos esta especie de acuario polvoriento se disipa cuando entramos en este céntrico reducto de restauri artistici,donde una amable señora está recomponiendo con delicadeza un hermosísimo plato dieciochesco de porcelana de Capodimonte, anterior incluso a la ocupación de Nápoles por Carlos III,  mientras su hijo me saluda acogedor con varios muñecos en sus manos.

La tienda de Squatriti. Manos a la obra. Roma. Foto R.Puig

La tienda de Squatriti. Manos a la obra. Roma. Foto R.Puig

No es un lugar siniestro sino una cueva de las maravillas, un espacio artesano único en el centro de Roma, donde piezas más o menos antiguas pueden ser reparadas para sosiego de sus románticos propietarios.

Como por ejemplo esta figura de yeso pintado que representa a una cocotte,  que podría estar saliendo de algún cuadro impresionista de la Belle Époque.

La tienda de Squatriti. Restos de la Belle Epoque. Roma. Foto R.Puig

La tienda de Squatriti. Restos de la Belle Epoque. Roma. Foto R.Puig

Así que ya lo sabéis: si no conseguís que os recompongan algún objeto evocador, algún recuerdo de familia, daros un paseo por la Via di Ripetta en Roma, que en el número 29 os espera la familia Squatriti.


Los leones bobalicones

Piazza del Popolo. Un leon de Valadier. Foto R.Puig

Piazza del Popolo. Un leon de Valadier. Foto R.Puig

En busca de mi tranvía para volver a casa me detengo un momento en la Piazza del Popolo, donde una impresionante concentración de carabineros y sus lecheras oscuras vigila el desarrollo de una manifestación contra la precariedad, los bancos y la fiscalidad que penaliza a los que menos tienen. La verdad es que los oradores son bastante buenos y merecerían algo más de oyentes. Pero hay más carabineros que manifestantes.

Piazza del Popolo. El leon de Valadier. Foto R.Puig

Piazza del Popolo. El león de Valadier. Foto R.Puig

Los leones de la fuente decimonónica de Valadier, inaugurada en 1816, me han parecido más imbéciles que nunca, vomitando o escupiendo agua por una especie de pito. No es que solo sean hoy indiferentes a estos indignati romanos, al menos durante diez años asistieron sin inmutarse a las ejecuciones públicas que se celebraban en esta plaza, normalmente durante los carnavales, hasta que la costumbre se erradicó en 1826, cuando ya imperaba la guillotina, notable ‘progreso’ aportado por Napoleón si se compara con las ejecuciones por apaleamiento, con las que se emocionaba anteriormente la población de los  Estados Pontificios.

 

Precariedades

Pero la imagen misma de la precariedad son estas estatuas humanas, numerosísimas en Roma, que fingen la impasibilidad, hasta que a últimas horas de la tarde el cansancio y el sudor descubren su rostro fatigado y con cierta desesperación extienden la mano ya sin gracia en un último intento de recaudar el mínimo.

Mimo junto al Panteón. Roma. Foto R.Puig

Mimo junto al Panteón. Roma. Foto R.Puig

Este hombre que hace aquí de blanca estatua, es, tristemente, de los más familiares y de los menos imaginativos. Anteayer se le veía al borde del desvanecimiento en una esquina de la plaza del Panteón, cuando ya hacía oscuro y la gente le pasaba delante indiferente tomándose su helado.

 

En otro orden de precariedades, mirad cómo ha acabado otra estatua impasible, la de San Juan Nepomuceno, el santo checo del siglo XIV, héroe de confusos méritos – ¿mártir o simple víctima de una purga política?- presidiendo la entrada oriental de Ponte Milvio, ya que se le veneraba como protector contra las inundaciones, pues lo mataron arrojándolo al río Moldava desde el puente Carlos en Praga (supongo que el patrón contra los derrumbes debe de ser un mártir a quien hayan lanzado por la ventana).

San Juan Nepomuceno en Ponte Milvio. Foto R.Puig

San Juan Nepomuceno en Ponte Milvio. Foto R.Puig

Con el tiempo, vanidad de vanidades, su estatua se ha convertido en reposo de gaviotas tiberinas.

San Juan Nepomuceno reposos de palomas en Ponte Milvio. Foto R.Puig

San Juan Nepomuceno reposos de palomas en Ponte Milvio. Foto R.Puig

 

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  1. Eva permalink
    17 junio, 2011 20:40

    La verdad que la tienda de reparación de muñecas da un poco de «yu-yu». Por cierto, si alguién no quiere desplazarse hasta Roma, mi hermana es experta restauradora de muñecas antiguas ;-).

    Un abrazo Ramón, por aqui estamos rematando faenas..

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