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De águilas y humanos

23 marzo, 2011

El águila del fascismo sobre el Ponte Flaminio en Roma

En estos tiempos en que discutimos si son galgos o son podencos (ya me entendéis) la imagen de las águilas mussolinianas sobre el Ponte Flaminio me han recordado unos textos alegóricos de Erasmo que traduje y edité hace algunos años. Por favor, que no se enojen los protectores del águila real, pues se trata de una alegoría erasmiana contra la crueldad del poder despótico, en gran parte inspirada en descripciones de Plinio (Historia natural) y en Aristóteles (Historia de los animales). El aspecto en el que incide el comentario de Erasmo al antiguo adagio Scarabeus aquilam quaerit (El escarabajo acecha al águila) es la extraña preferencia del poder por el símbolo del águila, en lo que coinciden tanto las dictaduras como las democracias, los rebeldes como los represores.

¿En la batalla esópica entre los tenaces y jóvenes escarabajos y las vetustas rapaces llegarán los primeros a liberar sus atormentadas sociedades o volverán las oscuras águilas a adueñarse de cuerpos y almas?

El águila de los viejos amigos, el de oscuro es falangista (Serrano Suñer) y el de las gafitas os dejo adivinarlo…

Ahora os dejo con Erasmo:

…aunque se mencionen seis clases de águilas, todas tienen en común que tanto su pico como sus garras son violentamente curvos; de modo que por la misma disposición de su cuerpo se pueda comprender que se trata de un ave carnívora, enemiga de la tranquilidad y de la paz, nacida para la lucha, la rapiña y la depredación. Y como si no bastase con ser carnívoras, las hay que se llaman –y lo son– quebrantahuesos.


…pongamos que un fisionomista no del todo inepto observe con detenimiento el rostro y el pico del águila: ojos ávidos y perversos, rictus amenazador, cuencas oculares truculentas, frente torva y, finalmente, el perfil ganchudo que Ciro, rey de los Persas encontraba tan atractivo en un príncipe ¿no reconocerá inmediatamente la imagen magnífica de la realeza, desbordante de majestad? A ello se añade un color de por sí funesto, tétrico y de mal augurio, de sombría y sucia negrura. Por eso a lo que es sombrío y tirando a negro lo llamamos aquilus. Viene a continuación esa voz desagradable, terrible, descorazonadora y aquel grito, entre amenazador y lastimero, que estremece a todos los seres vivientes. Se trata de una señal que reconocerá enseguida, aunque se emita entre bromas, todo el que haya experimentado, o simplemente observado, lo temibles que son las amenazas principescas y cómo tiemblan todos siempre que la voz del águila resuena…

Para marchar al son del tambor


o defender ‘lo nuestro’

… Así sucede cuando al grito estridente del águila el pueblo entero es presa de repentino pavor, el senado se achanta, la nobleza inclina la cerviz, los magistrados se tornan complacientes, los teólogos callan, los jurisconsultos proclaman su acuerdo, las leyes retroceden, las instituciones se rinden: nada hay que valga, ni la ley divina ni la religión, ni la justicia ni la humanidad. A pesar de que haya tantos pájaros no exentos de elocuencia, de que sean tantas las aves canoras y las especies dotadas de gritos y de cantos variados, con melodías que incluso pueden conmover las piedras, es no obstante el solitario estridor del águila, áspero y apenas musical, el que se sobrepone a todos.

Esta es albanesa…

…esta de los amigos del rifle…

… esta es montenegrina…

…y una más con dos cabezas (¡si resucitase Sissi emperatriz!)

¿Os suena?

En realidad, entre las especies innumerables de los pájaros, los hay que merecen admiración por la riqueza y por los colores de su plumaje, como los pavos reales; unos destacan por su blancura de nieve, como los cisnes, mientras otros brillan con sobria negrura, como los cuervos; a unos les otorga preeminencia el tamaño de su cuerpo, como a las avestruces, otros son célebres por su carácter legendario y portentoso, como el fénix; unos son emblemáticos por su fecundidad, como la paloma; otros son apreciados en la mesa, como las perdices y los faisanes; unos son simpáticos charlatanes, como los loros, otros son cantores admirables, como los ruiseñores; unos destacan por su espíritu combativo, como los gallos de corral; otros han nacido para el deleite de los humanos, como los gorriones. Sin embargo, de todo este conjunto sólo el águila fue considerada por varones de gran sabiduría como idónea para representar la imagen del rey a pesar de que no es hermosa, ni canora, ni suculenta, sino carnívora, rapaz, depredadora, devastadora, belicosa, solitaria, aborrecida por todos, y una peste universal cuya capacidad de hacer daño es inmensa aunque su voluntad de hacerlo supere a sus capacidades.

Erasmo de Rotterdam, Adagios del poder y de la guerra y Teoría del adagio, Ed. Ramón Puig de la Bellacasa, Madrid, Alianza Editorial, Libro de bolsillo H 4485, 2008

Pues, la verdad, si a todos les une el águila ¿por qué se pelean entre si?

Quizá les falte ponerse de acuerdo sobre la raza de su perro…

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