Sobre los santos (I): introducción

Dedicado a Benjamín Crespo S.J
Según la Real Academia Española de la Lengua la santidad es un sustantivo que denota la cualidad del santo o de lo santo. Pero cuando la RAE emprende la definición de la palabra santo como atributo la cosa se complica, pues a este adjetivo le da hasta 11 acepciones, que se añaden a las muy abundantes del sustantivo. Si ha eso añadimos todas las locuciones coloquiales, verbales y mixtas de la RAE en las que aparece el vocablo, más sus usos metafóricos, entramos en una floresta que en última instancia, se deriva de una historia interminable, la que fluye de la fuente de todas las santidades: la Divinidad, la Deidad, la esencia del ser de Dios. Los profetas bíblicos ya proclamaban que sólo Yahvéh es santo y fuente de la santidad.
Entre las acepciones de la RAE destacan tres niveles:
(1) Santo o santa: una persona a la que se le reconoce ser perfecto y libre de toda culpa.
Señalemos que para las religiones del libro la perfección sin límites ni culpa alguna sólo es de Yahvéh, Dios o Alá (o quien la reciba de Dios por motivos de parentesco, verbigracia la Virgen María y Jesús Hijo de Dios).
(2) Alguien de especial virtud y ejemplo.
(3) Una persona especialmente dedicada o consagrada a Dios.
Y no tendríamos que restringirnos al imaginario judeocristiano o musulmán, pues el vínculo con una divinidad no es exclusivo de las confesiones de ese ámbito. Pero ampliar tanto el contenido de la cuestión nos llevaría muy lejos en el tiempo y en el espacio. La bibliografía es infinita y nuestro motivo limitado: este blog va a ocuparse de los santos cristianos, como se conciben ahora, y de los procedimientos formales que sigue hoy la Iglesia Católica para declarar la santidad de una persona extinta.
Una visión histórica sucinta se puede leer en un artículo del profesor Guillermo Fatás que además resume bien la cuestión en ámbito cristiano:
Los propósitos de este texto son, por una parte, recordar la procedencia del vocablo «santo», rememorar que la Roma precristiana tenía sus propias formas de veneración ultraterrena a ciertas personas que habían vivido como mortales y resumir los procedimientos formales que el catolicismo fue adoptando para la declaración oficial de santidad de una persona extinta
Cfr. nota 1
No nos remontaremos pues a la época de los faraones, de los Upanishads, de la vida de Buda, o de los cultos del mundo clásico grecolatino y de sus héroes (2). Tampoco de como en los primeros siglos la canonización de un santo cristiano podía ser por coronación por el martirio o por decisión episcopal o papal. Además en aquellos primeros siglos las comunidades de cristianos bajo el Imperio Romano desempeñaban un papel que rondaba la santificación por aclamación
Si alguien quisiera disfrutar de unas narraciones de las vidas de los santos hasta la alta Edad Media, una lectura amena, entre historia y leyenda, que sigue el calendario litúrgico, es la Leyenda Aurea, Leyenda Dorada (3) o Legenda Sanctorum de Jacobo de Vorágine (1230 – 1298), un arzobispo y literato de Liguria. Su libro se basa en una erudita búsqueda de autores precedentes en la que recopila las biografías de casi 180 santos cristianos. Ha sido probablemente la obra con mayor influencia en la iconografía de los mártires y santos del Arte, escultórico, pictórico y vitral, en Occidente.
Por ejemplo a San Juan el Limosnero que vivió en el siglo VII la Leyenda Aurea (c. XXVI) le dedica ocho páginas divididas en trece apartados de apretado texto. Su fiesta la sitúa el 23 de enero.

Pero sigamos con el propósito que nos hemos fijado en el blog.
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La certificación de la santidad en la Iglesia Católica
A partir de ahora me basaré en el documento de los pasos hacia la santidad (4) que me ha facilitado un amigo, el padre Benjamín Crespo S.J, quien trabaja como vice-postulador para el Dicasterio de las Causas de los Santos (5).
Como el nos explica:
La veneración y el culto a los mártires y santos cristianos se encuentran atestiguados desde los primeros siglos de la Iglesia. No obstante, la canonización en cuanto procedimiento eclesiástico no se esbozó sino hasta el siglo XI con el objeto de buscar definir a aquellos cristianos que merecerían el culto universal de la Iglesia, evitando así confusiones entre iglesias locales y buscando que las virtudes vividas en grado heroico estuvieran plenamente comprobadas. Ya durante este tiempo se apelaba a la autoridad del Obispo de Roma o a los Concilios la potestad de determinar dicho culto.
Benjamín Crespo, nota 4

Así pues, aunque el mundo occidental está lleno de las huellas del culto a los santos desde hace dos mil años, la codificación actual del procedimiento es algo en la que sólo algunos son expertos o iniciadores, postuladores y vice postuladores de la Causa.
Las funciones desempeñadas por el postulador y el vice-postulador, que conviene conocer para entender el riguroso proceso, se resumen así:
El Postulador debe ser debidamente nombrado por la autoridad eclesiástica que corresponde. El Vice Postulador es nombrado por el Postulador con un mandato redactado en conformidad con el derecho, previo consentimiento del actor.
El Obispo y el Postulador de la Causa piden iniciar el proceso de beatificación y canonización presentando a la Santa Sede, al Dicasterio correspondiente, un informe sobre la vida y las virtudes de la persona, su fama de santidad, todo debidamente fundamentado en documentos que lo acrediten.
El Postulador con la colaboración del Vice Postulador es quien asume y lleva adelante el desarrollo del procedimiento instructorio en nombre del mismo actor ante las autoridades competentes. El cargo puede ser desempeñado por un sacerdote, un miembro de un instituto de vida consagrada, de una sociedad de vida apostólica, o de una asociación clerical y/o laical, por un laico o una laica. Debe ser experto en teología, derecho canónico e historia, y conocedor de la praxis del Dicasterio de las Causas de los Santos. El Dicasterio sugiere que el Postulador haya participado en el “Curso de Alta formación en las causas de los santos” que ofrece el mismo Dicasterio.
Recogen información escrita (documentos y escritos del Siervo de Dios o acerca del Siervo de Dios) y testimonios orales de personas que han conocido al Siervo de Dios y pueden contar con precisión hechos, acontecimientos, palabras, etc. Quienes han conocido a la persona (testigos de visu) o han escuchado hablar de ella o han leído acerca de ella (testigos de auditu) hablan de la ejemplaridad de su vida, de su influencia positiva, de su fecundidad apostólica, de su muerte edificante. Es necesario añadir toda otra documentación que ayude a fundamentar dicha Causa.
Toda la documentación es enviada al Dicasterio, que la estudia y analiza y puede darse tres situaciones: (1) la aprobación de seguir adelante y concede el decreto “Nihil Obstat”, a partir de este momento se le llama Siervo de Dios; (2) la respuesta comunicando las objeciones a la causa que no permite continuar y (3) diciendo que falta mayor profundización en algunos asuntos que deben ser resueltos. y volver a presentarla habiendo dado respuesta a las objeciones. El Obispo convoca a un proceso supletorio para responder al pedido del Dicasterio y volver a presentar la causa.
Benjamín Crespo, Nota 4
Se siguen cuatro etapas hasta que la Iglesia canoniza a uno de sus miembros y lo incluye en el calendario litúrgico. En ese proceso se verifica que la persona propuesta haya destacado por su especial virtud y ejemplo.
A continuación traigo, en el orden de las cuatro etapas, catorce ejemplos escogidos de entre los cuarenta y uno que me ha facilitado el vice-postulador Benjamín Crespo S.J., todos ellos del Perú.
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SIERVOS DE DIOS
Veintidós (tres mujeres y diecinueve varones).

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VENERABLES
Siete (dos mujeres y cinco varones)

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BEATOS
Seis (tres mujeres y tres varones)

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SANTOS
Cinco (una mujer y cuatro varones)



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De la definición de las etapas del proceso y de sus requisitos hablaremos en la segunda entrega.
Bibliografía y Notas:
(1) Guillermo Fatás, La santidad y sus antecedentes. Santos antiguos y santos anómalos, Universidad de Zaragoza, en DOSSIER: Fábrica de santos: España, siglos XVI-XVII, Eliseo Serrano Martín (coord.), Jerónimo Zurita, 85. 2010: pp.13-38.
(2) Sobre la historia de lo sagrado en diversas culturas hace años estudiábamos en las aulas a un autor ya clásico : Mircea Eliade, Tratado de Historia de las Religiones, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1974.
(3) Santiago de Vorágine, La leyenda dorada, traducción del latín José Manuel Macías, Madrid, Alianza Editorial, 1990.
(4) Benjamín Crespo, S.J. Pasos hacia la santidad: las fases y etapas de los procesos de beatificación y canonización (con anexo relativo a la Iglesia del Perú), Roma, julio del 2023, 7 págs.
(5) El término dicasterio tiene origen en la palabra griega que denominaba al Tribunal de los Heliastas de Atenas que era un Tribunal compuesto por seis mil miembros elegidos al azar en todos los distritos de la ciudad. Sus sentencias eran inapelables (Fuente: Docsity.com). Hoy es un término genérico para todos los grandes organismos de la Curia Romana, como sus congregaciones, Tribunales y y Oficinas.




