Madres

Pensando en las madres y sus hijos obligados a dejar su patria
Millones de venezolanos, muy a su pesar, han dejado y siguen dejando su tierra natal en búsqueda de seguridad y mejores condiciones de vida, que no encuentran en el régimen de Nicolás Maduro.
Tras atravesar la frontera en condiciones penosas -particularmente peligrosas para las mujeres y los niños- buscan reposo y ayuda en centros de acogida oficiales o benévolos de Colombia, como por ejemplo HIAS, organización no gubernamental, fundada en Nueva York por la Hebrew Immigrant Aid Society en 1881, para acoger a los refugiados judíos que escapaban de los pogromos en Rusia y Europa del Este; persecuciones y matanzas que empezaron tras el asesinato del Zar Alejandro II.
Con el paso del tiempo y la experiencia de más de un siglo, la organización trabaja ahora en la asistencia a refugiados de todas las etnias y creencias, como es el caso de los latinoamericanos migrantes y desplazados, que recorren los caminos de América Latina hacia los Estados Unidos o hacia otros países de la región en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias.
Pensando en las madres migrantes, tanto de Venezuela como las de muchos otros países, he escogido las poesías dedicadas a su madre por dos poetas. La primera es de Jules Supervielle (1884-1960), poeta franco-uruguayo que no llegó a conocer a sus padres, pues murieron cuando él tenía pocos meses. Fue el último en ser proclamado «Príncipe de poetas» en Francia, poco antes de su muerte en 1960.
El segundo poema es de Vicente Aleixandre (1898-1984), uno de los cinco españoles que han sido galardonados con el Premio Nóbel de Literatura (1977); en sus versos también dialoga con su madre, Elvira Merlo, fallecida en 1934 al año siguiente de la obtención por su hijo del Premio Nacional de Literatura por su libro La destrucción o el amor.
Preguntas a un retrato
Cuando ya había cumplido nueve años, el pequeño Jules supo de golpe que sus tíos, que él creía eran sus padres, lo habían adoptado, debido a la muerte trágica de sus padres cuando viajaron al pueblo de donde eran oriundos, Oloron Sainte Marie, para visitar a la familia con el niño. No está claro si la muerte fue por beber el agua ponzoñosa de una fuente o de cólera.
A partir de aquel descubrimiento, Jules creció con aquella ausencia, dialoga con su madre, muerta a los veintiocho años. El poema lo escribió cuando tenía poco más o menos aquella misma edad. Es parte de su poemario Gravitations, entre los que titula como «Les Colonnes étonnées» (1925) *. El poeta tiene ante sí la fotografía de su madre y la interpela.
«Dirigiéndose a su madre, el poeta interroga su identidad de huérfano, es decir su distancia interior» (Michel Maulpoix, 2002)
LE PORTRAIT
Mère, je sais très mal comme l’on cherche les morts,
Je m’égare dans mon âme, ses visages escarpés,
Ses ronces et ses regards.
Aide-moi à revenir
De mes horizons qu’aspirent des lèvres vertigineuses,
Aide-moi à être immobile,
Tant des gestes nous séparent, tant des lévriers cruels
Que je penche sur la source où se forme ton silence
Dans un reflet de feuillage que ton âme fait trembler !
Ah ! sur ta photographie
Je ne puis pas même voir de quel côté souffle ton regard.
Nous nous en allons pourtant, ton portrait avec moi-même,
Si condamnés l’un à l’autre
Que notre pas est semblable
Dans ce pays clandestin
Où nul ne passe que nous.
Nous montons bizarrement les côtes et les montagnes
Et jouons dans les descentes comme des blessés sans mains.
Un cierge coule chaque nuit, gicle à la face de l’aurore,
L’aurore qui tous les jours sort des draps lourds de la mort,
À demi asphyxiée,
Tardant à se reconnaître.
.
Je te parle durement, ma mère ;
Je parle durement aux morts parce qu’il faut leur parler dur,
Debout sur des toits glissants,
Les deux mains en porte-voix et sur un ton courroucé,
Pour dominer le silence assourdissant
Qui voudrait nous séparer, nous les morts et les vivants.
.
J’ai de toi quelques bijoux comme des fragments de l’hiver
Qui descendent les rivières,
Ce bracelet fut de toi qui brille en la nuit d’un coffre
Et cette nuit écrasée où le croissant de la lune
Tente en vain de se lever
Et recommence toujours, prisonnier de l’impossible.
.
J’ai été toi si fortement, moi qui je le suis si faiblement,
Et si rivés tous les deux que nous eussions dû mourir ensemble
Comme deux matelots mi-noyés, s’empêchant l’un à l’autre de nager,
Se donnant des coups de pied dans les profondeurs de l’Atlantique
Où commencent les poissons aveugles
Et les horizons verticaux.
.
Parce que tu as été moi
Je puis regarder un jardin sans penser à autre chose,
Choisir parmi mes regards,
M’en aller à ma rencontre.
Peut-être reste-t-il encore
Un ongle de tes mains parmi les ongles de mes mains,
Un de tes cils mêlé aux miens ;
Un de tes battements s’égare-t-il parmi les battements de mon cœur,
Je le reconnais entre tous
Et je sais le retenir.
.
Mais ton cœur bat-il encore ? Tu n’a plus besoin de cœur,
Tu vis séparée de toi comme si tu étais ta propre sœur,
Ma morte de vingt-huit ans,
Me regardant de trois quarts,
Avec l’âme en équilibre et pleine de retenue.
Tu portes la même robe que rien n’usera plus,
Elle est entrée dans l’éternité avec beaucoup de douceur
Et change parfois de couleur, mais je suis seul à savoir.
.
Cigales de cuivre, lions de bronze, vipères d’argile,
C’est ici que rien ne respire !
Le souffle de mon mensonge
Est seul à vivre alentour.
Et voici à mon poignet
Le pouls minéral des morts,
Celui-là que l’on entend si l’on approche le corps
Des strates du cimetière.
Ver Referencias (*)
EL RETRATO
Madre, poco sé yo de buscar a los muertos.
Me extravío en mi alma, en sus rostros altivos,
en sus zarzales, en sus miradas.
Ayúdame a volver
de mis horizontes sorbido por labios vertiginosos,
ayúdame a estar inmóvil.
¡Tantos gestos nos separan, tantas crueles jaurías,
que he de inclinarme a la fuente donde nace tu silencio
entre un reflejo de hojas que tu alma estremece!
¡Ay, en tu fotografía
ni siquiera puedo ver hacia donde apunta tu mirada!
A pesar de ello, nos ponemos en marcha, tu retrato conmigo,
tan condenados uno al otro
que vamos al mismo paso
por este país clandestino
que nadie más atraviesa.
De un modo extraño subimos cuestas y montes,
y descendemos jugando como amputados sin manos.
Un cirio gotea cada noche, salpica el rostro de la aurora,
la aurora que a diario escapa de los sudarios agobiantes de la muerte,
medio asfixiada
tardando en reconocerse.
.
Te hablo con dureza, madre mía,
hablo con dureza a los muertos, porque hay que hablarles duro,
en pie sobre tejados resbaladizos,
haciendo bocina con las manos y con tono de enojo,
para dominar el silencio ensordecedor
que quisiera separarnos, a nosotros los muertos y los vivos.
.
Tengo de ti algunas joyas como fragmentos de invierno
que descienden por los ríos.
Este brazalete que fue tuyo brilla en la noche de un cofre,
esta noche aplastada donde la luna creciente
trata en vano de elevarse
y vuelve siempre a comenzar, cautiva de lo imposible.
.
Tan fuertemente he sido tú, yo que soy yo tan débilmente,
y tan acoplados los dos, que deberíamos haber muerto juntos
como dos marineros medio ahogados que se estorban al nadar,
dándose de puntapiés en las profundidades del Atlántico
donde comienzan los peces ciegos
y los horizontes verticales.
.
Ya que tú has sido yo
puedo mirar un jardín sin pensar en otra cosa,
elegir entre mis miradas,
salir a mi propio encuentro.
Quizás quede todavía
una uña de tus manos entre las uñas de mis manos,
una de tus pestañas mezclada con las mías;
uno de tus latidos se pierda entre los latidos de mi corazón,
lo reconozco entre todos
y sé cómo retenerlo.
.
¿Pero palpita aún tu corazón? Ya no necesitas corazón,
vives separada de ti como si fueras tu propia hermana,
mi muerta de veintiocho años,
volviendo a mí tu mirada,
con el alma en equilibrio y llena de ponderación,
llevas el mismo vestido que no podrá envejecer,
ha entrado en la eternidad con gran dulzura
y a veces cambia el color, pero soy el único que lo sabe.
.
¡Cigarras de cobre, leones de bronce, víboras de arcilla,
este es el lugar donde nada respira.
El aliento de mi engaño
vive solo en este entorno.
Y en mi muñeca se siente
el pulso mineral de los muertos,
ese que se escucha si aproximamos el cuerpo
al suelo del cementerio.
Ver Referencias (*)

Custodiar su nombre
El diálogo que sigue Vicente Aleixandre lo publicó en 1954; el poeta tenía a la sazón cincuenta y seis años, veinte años después de la muerte de su madre Elvira Merlo de Pruneda.
Nombre
Mía eres. Pero otro
es aparentemente tu dueño. Por eso,
cuando digo tu nombre,
algo oculto se agita en mi alma.
Tu nombre suave, apenas pasado delicadamente pormi labio.
Pasa, se detiene, en el borde un instante se queda,
y luego vuela ligero, ¿quién lo creyera?: hechopuro sonido.
Me duele tu nombre como tu misma dolorosa carneen mis labios.
No sé si él emerge de mi pecho. Allí estaba
dormido, celeste, acaso luminoso. Recorría misangre
su sabido dominio, pero llegaba un instante
en que pasaba por la secreta yema donde tú re-sidías,
secreto nombre, nunca sabido, por nadie aprendido,
doradamente quieto, cubierto sólo, sin ruido, pormi leve sangre.
Ella luego te traía a mis labios. Mi sangre pasaba
con su luz todavía por mi boca. Y yo entonces esta-ba hablando con alguien
y arribaba el momento en que tu nombre con misangre pasaba por mi labio.
Un instante mi labio, por virtud de su sangre sabía
a ti, y se ponía dorado, luminoso: brillaba de tusabor sin que nadie lo viera.
Oh, cuán dulce era callar entonces, un momento.Tu nombre,
¿decirlo? ¿Dejarlo que brillara, secreto, reveladoa los otros?
Oh, callarlo, más secretamente que nunca, tenerloen la boca, sentirlo
continuo, dulce, lento, sensible sobre la lengua yluego, cerrando los ojos,
dejarlo pasar al pecho
de nuevo, en su paz querida, en la visita callada
que se alberga, se aposenta y delicadamente seefunde.
.
Hoy tu nombre está aquí. No decirlo, no decirlo
jamás, como un beso
que nadie daría, como nadie daría los labios a otro
amor sino al suyo.
.
Ver Referencias (**)

Referencias:
(*) Jules Supervielle, Vivir y quehacer del poeta, Selección, traducción, prólogo y notas de Ramón Puig de la Bellacasa, Editorial Pre-Textos, col. Poéticas, Valencia 2009 : Gravitaciones, “Las Columnas asombradas” (1923, 1925), “El retrato», pp.152 a 157
(**) Vicente Aleixandre, Historia del corazón, Madrid, Espasa Calpe 1954, I Como el vilano, “Nombre”, pp. 29-31.
Belleza fuerte de los versos a la madre presente siempre en el corazon. Terrible situación de las madres inmigrantes. Imágenes terribles captadas por tu hija,hermana,nieta????
Y a pesar de todo el Perú, a la buena y a la mala convive con por lo menos un millón de hermanos venezolanos, recordando los años 70 de la emigración a Venezuela de miles de peruanos (por no hablar de la presencia emancipadora de la sangre colombiana/venezolana de Bolívar y Sucre!)
Las imágenes son de mi hija antropóloga que trabaja en ayuda a los refugiados con HIAS desde la oficina de Panamá, desplazándose por varios lugares de frontera entre los países de América Latina.
Tienes toda la razón, la plétora de los millones de venezolanos refugiados en Colombia, Ecuador, Perú, etc. es una prueba para la siempre invocada hermandad latinoamericana, aunque no siempre aceptada por quienes miran más a sus propios intereses. Actualmente, el flujo migratorio desde la frontera norte de Venezuela y Colombia es un éxodo que apunta a la peligrosa frontera del Darién a las puertas de Panamá y con la mirada ansiosa de los que quieren llegar al actual Dorado de los USA.
En cuanto a la sangre de Bolívar y Sucre, su mención en Colombia no deja de recordar la execrable matanza de Pasto, que hoy se nombraría como crimen contra la Humanidad. Hay emancipaciones que transitan por vías de doble filo, siendo el filo de la espada el que no siempre actúa por desgracia con justicia y humanidad: https://es.wikipedia.org/wiki/Navidad_Negra
En las escuelas del Perú.no se enseña ni de lejos la crueldad de las batallas por la independencia de Colombia ( Venezuela y Ecuador).
En realidad, los de la «Navidad negra» de Pasto, no fueron soldados muertos en batalla, sino población civil masacrada sin piedad, en una ciudad que había ya capitulado. Ese baldón persigue aún a Bolívar y a Sucre en tierras colombianas.