Primavera con una esquina herida (III)

Alegrías
Cuando las cosas son como deben ser, cuando un bebé puede disfrutar de su primer baño en una playa de la Costa Blanca y sus padres ser felices por un acontecimiento tan banal, que sin embargo es un canto a la vida. Cuando eso tendría que ser lo normal para cualquier bebé que se acerque a las orillas del mar con papá y mamá.
Eso sí, bien protegido del sol en esta primera navegación sobre las olas.
Con un padre orgulloso del hijo en un mar en calma que pareciera también reír
correspondiendo a la sonrisa del pequeño.
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Amarguras
No obstante, en esta primavera hay un ambicioso paranoide rodeado de su aquelarre que ha decidido matar las sonrisas de todo un pueblo, para ensanchar su poder algunos miles de kilómetros cuadrados y, entre otras formas de hacerlo, cerrando a millones de personas su libre acceso al mar.

El agresor borra del mapa aldeas y pueblos enteros, dejando a miles de personas sin casa y sin servicios ni recursos vitales.

Es la guerra «de la tierra quemada», mientras deporta forzosamente a miles de civiles hacia Rusia desde una Ucrania que ya sufrió este martirio bajo la Unión Soviética.
No, aquí los niños no podrán por mucho tiempo acercarse con papá y mamá a intercambiar sonrisas con el mar.

Hay uno que os quiere muertos, Vladimir Putin el de la mirada hueca.
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La idolatría de las armas
A otros niños se les deja morir en el altar del culto a las armas.

Estas imágenes no necesitan comentarios.


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Esta primavera será recordada por los crímenes contra la humanidad en Ucrania y por la masacre de Uvalde.
Llevará tiempo disolver tanto horror en nuestras memorias olvidadizas que, en expresión del poeta, mezclan todo lo vivido como en un sueño.
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He pensado acabar esta entrada con otra primavera y otros niños, en cuyas mentes esta estación de salida del invierno suena con diversas notas. Habla Beatriz, la hija de Graciela en «Primavera con una esquina rota» de Mario Benedetti (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1982, pág. 23):
Qué bueno sería que los niños sólo recordasen la primavera por cosas como las olas del mar, las flores o el monopatín de un amigo…
Por estas tierras la destrucción no es sangrienta pero es también destrucción. El mar y las playas siguen en su sitio y todavía hay padres, madres y bebés en brazos y todo lo demás. Como suele decirse, que Dios nos ampare!!!!!
Sí Bernardo, lo expresas bien.
En ciertos casos, hay gobernantes que sin necesidad de derramar sangre, deciden sobre las circunstancias de las vidas de millones de modo corrupto o inepto, o de ambos modos a la vez, y acaban arruinando las vidas de sus gobernados sin matarlos, llevando al desastre al país entero, aunque no impidan que las familias se acerquen al mar mientras demuelen el Estado.
En cuanto a las vías sangrientas… esos son caminos de destrucción que implican para muchas personas, para muchos que no deseaban ni imaginaban que iba a ser así, el ser aniquilados por quienes se atribuyen el poder de matar a decenas de miles de seres humanos por vanos pretextos y mentiras, por ambición y delirio desmedidos.
Tienes razón, no paramos de ver cómo ambos caminos seculares siguen su recorrido en nuestros días sin que la Humanidad haya logrado impedir para siempre que unos pocos atenten de ambos modos contra las mayoría inmensas.
¿Hay Alguien por ahí que lo vea y nos ampare?