Errantes
Durante las recientes fiestas de Navidad y Año Nuevo, en las que las familias tratamos de reunirnos, con circunstancias especialmente difíciles por la pandemia en curso, quizás nuestro pensamiento no haya incluido a quienes, errando contra su voluntad lejos de su tierra, lo tienen todo mucho más difícil.
…
LA QUE CAMINA
Aquel mismo arenal, ella camina
siempre hasta cuando ya duermen los otros;
y aunque para dormir caiga por tierra
ese mismo arenal sueña y camina.
La misma ruta, la que lleva al Este
es la que toma aunque la llama el Norte,
y aunque la luz del sol le da diez rutas
y se las sabe, camina la Única.
Al pie del mismo espino se detiene
y con el ademán mismo lo toma
y lo sujeta porque es su destino.La misma arruga de la tierra ardiente
la conduce, la abrasa y la obedece
y cuando cae de soles rendida
la vuelve a alzar para seguir con ella.
Sea que ella la viva o que la muera
en el ciego arenal que todo pierde,
de cuanto tuvo dado por la suerte
esa sola palabra ha recogido
y de ella vive y de la misma muere.Igual palabra, igual, es la que dice
y es todo lo que tuvo y lo que lleva
y por su sola sílaba de fuego
ella puede vivir hasta que quiera.
Otras palabras aprender no quiso
y la que lleva es su propio sustento
a más sola que va más la repite
pero no se la entienden sus caminos.¿Cómo, si es tan pequeña la alimenta?
¿Y cómo si es tan breve la sostiene
y cómo si es la misma no la rinde
y a dónde va con ella hasta la muerte?
No le den soledad por que la mude,
ni palabra le den, que no responde.
Ninguna más le dieron, en naciendo,
y como es su gemela no la deja.¿Por qué la madre no le dio sino ésta?
¿Y por qué cuando queda silenciosa
muda no está, que sigue balbuceándola?
Se va quedando sola como un árbol
o como arroyo de nadie sabido
así marchando entre un fin y un comienzo
y como sin edad o como en sueño.
Aquellos que la amaron no la encuentran,
el que la vio la cuenta por fábula
y su lengua olvidó todos los nombres
y sólo en su oración dice el del Único.Yo que la cuento ignoro su camino
y su semblante de soles quemado,
no sé si la sombrean pino o cedro
ni en qué lengua ella mienta a los extraños.Tanto quiso olvidar que le ha olvidado.
Tanto quiso mudar que ya no es ella,
tantos bosques y ríos se ha cruzado
que al mar la llevan ya para perderla,
y cuando me la pienso, yo la tengo,
y le voy sin descanso recitando
la letanía de todos los nombres
que me aprendí, como ella vagabunda;
pero el Ángel oscuro nunca, nunca,
quiso que yo la cruce en los senderos.Y tanto se la ignoran los caminos
Gabriela Mistral, de “Lagar”, Editorial del Pacífico, Santiago de Chile, 1954
que suelo comprender, con largo llanto,
que ya duerme del sueño fabuloso,
mar sin traición y monte sin repecho,
ni dicha ni dolor, nomás olvido.
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En estas semanas he estado leyendo a ratos una antología de textos (*) de una poeta chilena, hoy no demasiado recordada, que pasó muchos años yendo de un país a otro. No siempre fue unánimemente apreciada en vida en su propio país, Chile, hasta que tras ser galardonada con el Premio Nobel en 1945 pasó a ser incensada como una especie de santa laica. Me refiero a Gabriela Mistral (1889 – 1957), en realidad nacida como Lucila Godoy Alcayaga. No es mi intención tratar aquí de ella, pues el lector tiene a su alcance en internet su obra y su biografía, sin que falten las polémicas que la rodearon.
Simplemente traigo aquí dos hermosos poemas suyos, pues son estos los que me han hecho pensar de nuevo en tantos como viven sin quererlo errantes y que, sin ignorar los trances difíciles de la vida de aquella maestra, escritora y diplomática, están en condiciones mucho más graves. Aunque todos somos peregrinos, unos son forzados a peregrinar más que otros. La lírica de Gabriela Mistral se avecina de alguna manera a ese indecible extrañamiento que a decenas de millones cotidianamente embarga.
A Gabriela Mistral se la galardonó con el Premio Nóbel en 1945, cuando el número de desplazados en busca de refugio por la II guerra mundial, que entonces tocaba a su fin, era el mayor hasta el momento en la historia de la Humanidad, a causa de un conflicto bélico que arrojó de su patria a 15 millones en el mundo, de ellos 8 en Europa.
Más de siete décadas después, en 2019, la Comisión de las Naciones Unidas para los Refugiados estimaba en 70,8 millones las personas fugitivas de guerras, persecuciones o conflictos (en cifra conservadora).
En Europa a principios del año 2020 la población de nacidos fuera del UE era ya de 37 millones, de ellos 3,5 millones en condición de asilados.
A finales de 2020, el número de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo superó los 82 millones.
…
VINE DE OSCURA PATRIA
Vine de oscura patria y claro dueño
sin saberlo o, sabiendo vagamente,
sin escoger ni valle ni faena
y vine ciega y ciega voy y vengo.
¡Quién me diera el saber por qué camino
en turno de praderas y espinales!
¿Por qué me hablan en lenguas que no entiendo
y no más que una vez la que me dieron?
¿Por qué nombres me dan que no son míos
y sólo en el soñar el verdadero?Me he de interrogar sin que respondan.
Me dan el pan y nunca me contestan.
Lechos me dan, y fábulas me cuentan
para hacerme dormir o despertarme.
Pero lo que me aprendo cuando sueño
aunque es lo mío yo me lo reniego.Una densa embriaguez me dio la Tierra
Gabriela Mistral, de “Lagar II”, publicación póstuma de la Biblioteca Nacional de Chile, Santiago, 1991
desde que abrí los ojos y la tuve,
fue un entenderle las palabras mágicas,
«océanos», «montañas», y «pinares».
Pero al silbo de un niño que me llame
o a la voz del hermano, acudo, acudo
y pierdo el tronco angélico de musgos
que me tenía, o la arena salada
en donde sin memoria, era dichosa.
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(*) Gabriela Mistral. Las renegadas, antología. Selección y prólogo de Lina Meruane, Editorial Lumen, Barcelona 2019, 228 páginas.
Gracias, Ramón, por recordar a la Mistral. En la facultad, junto con ella, descubrí a una pequeña pléyade de poetas latinoamericanas, como Juana de Ibarbourou o Alfonsina Storni. Fue un descubrimiento tan inesperado como gozoso.
Y nada más porque, aunque no me exilan de país, sí lo hacen de domicilio, y ya que algo tan intrascendente me trae absolutamente loca, esta vez prefiero no ponerme en la piel de otros seres abocados a tremendos y conmovedores «traslados».
Como dicen por aquí, «feliz año normal» y un abrazo enorme.
Gracias Luisa, como dicen en Latinoamérica ¡qué bueno que viniste!
Hacía mucho que no leía nada de Gabriela Mistral (desde el bachillerato en realidad), pero la Editorial Lumen con ese libro me ha dado una nueva perspectiva. Es una excelente antología con un racimo de soberbios poemas.
¿Exilio de domicilio? Si quieres extenderte sobre la cuestión, tienes mi correo. Con la cantidad de veces que he cambiado de casa en mi vida, me siento solidario con tu migración. Con la edad se nos hace muy cuesta arriba.
Un gran abrazo y que el año 2022 te compense con momentos mejores otros que te haya podido traer el tortuoso 2021. Un gran abrazo.
Muy buena la foto de los Andes. Será de alguno de tus viajes. Me adelanto a comentar que lo que hay que suponer y tal vez sentir es la emoción con que fografiabas estos Andes al llegar o al partir de esta esquinita del mundo que indiscutiblemente es hace ya tiempo tu mundo.
Barlach es todo un modelo para tí como escultor y escultor enfrentado a un sistema político que no tolera que se proteste en nombre de los de abajo, con los que durante años has estado comprometido.
A Rouillon tendríamos que haberle preguntado si el jurado del premio Nobel vió posiblemente con muy buenos ojos la contribución de Gabriela Mistral a la reforma de la educación en América Latina y no tanto la inspiración de sus versos. Gabriela conoció y estableció una corta amistad con el peruano Eguren, tan modesto y sencillo en sus orígenes como ella pero dedicado absolutamente a la contemplación de puras imágenes recluído en ese encierro de fronteras limpias que Gabriela rompió durante su larga vida.
Bernardo, gracias por tu comentario.
La foto de los Andes la tomé sobrevolando la cordillera cuando llegábamos a Lima (pronto hará tres años) y tuvimos la suerte de encontrarnos contigo y Rosi, junto con otros viejos compañeros. Qué pena que no vivía ya José Luis, nuestro maestro, quien si que estuvo en Madrid muchos años antes y me trajo y dedicó su obra «Las formas fugaces de José María Eguren».
No sabía, pero no me extraña, que aquel magnífico poeta peruano tuviera intercambios con Gabriela Mistral. Por cierto si miras abajo esta bibliografía sobre Eguren, verás que, aunque hubo antes que Rouillon analistas de la obra del poeta en artículos y prólogos (por ejemplo Mariátegui y Riva-Agüero entre otros), el primero que le dedicó un libro (1974) fue nuestro José Luis:
Haz clic para acceder a josc3a9-marc3ada-eguren.pdf
Sobre Barlach he de decir que ojalá me pudiera acercar con lo que yo esculpo a lo que él hizo, además vaciar en bronce es algo que ya no estará a mi alcance. Envidio también sus maravillosas tallas en roble o nogal o sus cerámicas. Escribí sobre él (de entonces es la foto), como quizás recuerdes (pues dejaste un comentario) aquí:
Un fuerte abrazo.