Lo que vale un día

Domingo 5 de abril del 2020. 7:25 a.m. Foto R.Puig
En recuerdo de Arturo, corazón de niño
Solemos descontar los días, cada uno de modo diferente, según nuestras circunstancias, nuestra edad, nuestra salud, nuestro carácter. Pensando unas veces en la vacaciones, o en un viaje; con ganas de dejar de trabajar; a la espera de que venga a reunirse con nosotros un ser querido; que la pensión o el sueldo entre en la cuenta; que lleguen los exámenes o los resultados de una oposición; viendo avecinarse el final del verano o la llegada del lunes; ansiosos por jubilarnos o por comenzar a trabajar; a la espera del día de la boda o del nacimiento de un hijo o de un nieto; de ver nuestra obra en letras de imprenta; de que nos den de alta, de que lleguen los resultados de unos análisis…
¡Infinitos modos de contar los días!

Domingo 5 de abril del 2020. 7:25 a.m. Foto R.Puig
Ahora, miles de millones de personas en todo el mundo contamos o, según se mire, descontamos los días según un mismo patrón. El valor del día para los seres humanos, vivientes, pende ahora de una variable común, y esa variable la produce algo que ni si quiera es viviente. De repente convergemos todos en la misma circunstancia dominante, en el mismo conteo monótono, prosaico, en el mismo deseo de que «esto» pase.
Sin embargo, lo que vemos en estos días de confinamientos diverge y los mensajes que circulan también son infinitamente variopintos. Los hay que nos animan, los hay que nos aburren, los hay que nos irritan, los hay que alivian, los hay que agobian, los hay, los hay…
Y las estadísticas se acumulan, disolviendo la historia personal que cada cifra singular esconde. Detrás de cada número hay alguien que ha contado o descontado días o hay quien ya no los cuenta. Hay una vida, un rostro, unas vivencias, unas querencias.

Alborada 4 de abril 2020 6:59 a.m. Foto R.Puig
Sinceramente, no tengo mucho que decir o que ofrecer en estos días, ningún discurso que pueda calificar de trascendente, de visión, de augurio iluminado. Por eso me repito en dar lo que veo desde mi terraza a quienes su balcón, su puerta cerrada o su ventana les ofrecen otra perspectiva, quizás menos privilegiada que la mía.
Mientras se acaba la cuenta tratemos de dar alas a nuestros días, la imaginación es un bien común, diverso y rico.

Alas. Foto R. Puig
.
Para un señor que tenía alma de niño
A un viejo amigo una última ala se lo llevó hace pocos días. Durante muchos años Arturo llenó de sueños los días de miles de niños. De eso hemos hablado aquí hace unos años.
Era el editor de la colección Altea Benjamín que él mimó, nutrió, gestionó hasta superar sus más de cien ejemplares, maravillosos pequeños librillos, que disfrutaron muchos niños y quienes queríamos guardar en nosotros algo de la capacidad infantil de sorprenderse.

En memoria de Arturo: imagen de «La aventura formidable del hombrecillo indomable»
Fuente: Biblioteca Virtual de Prensa histórica, Ministerio de Cultura y Deporte
Muy bueno Moncho
Gracias
Gracias Pancho, y mis deseos de que tengan, tú y tus seres queridos, ¡muy buenos días!
Hoy se entiende mejor lo del «carpe diem!»
No sé si en el Perú se conoció está coleccion. En la ULIMA trabaja un conocido escritor de libros infantiles. Se apellida Álava. A mis hijos les contaba antes de que se duerman historias que cada noche crecían y crecían. Por ahí debo tener guardado una cinta con fragmentos de esas historias. Ya ni me acordaba. Este Ensondeluz tuyo me ha recordado esos ‘relatos para dormir’. Dicho sea de paso, los despertábamos con cassetes de música para chicos…pero no sé…ya ni me acuerdo… les preguntaré…algún día…
En varios países de América Latina se vendió mucho Altea Benjamín. Por ejemplo tuve comentarios de México, añorando aquellos librillos.