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Folclórico, gastronómico, bucólico… (atributos de un fin de semana)

17 abril, 2016
Gustavo Adolfo reclama su naranja. Foto R.Puig

Gustavo Adolfo reclama su naranja. Foto R.Puig

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Folclórico…

Nunca hubiera imaginado que el sombrero tradicional de los labriegos alicantinos iba a competir un día con el del rey espadachín fundador de Gotemburgo.

Pero así ocurrió en la plaza del Ayuntamiento, por obra y gracia de la Oficina de Turismo de Alicante y de la Embajada de España, con la entusiasta colaboración de la nueva Cónsul honoraria de España en esta ciudad.

Ninots alicantinos en la plaza del ayuntamiento. Gotemburgo. Foto R.Puig

Ninots alicantinos en la plaza del ayuntamiento. Gotemburgo. Foto R.Puig

El fin de semana comenzó el sábado 16 con ímpetu folclórico, con pasacalles, músicos y mozas alicantinos, todos ataviados como se estila en las Fogueres y marchando desde la la Plaza de la Ópera a la Gustaf Adolf Torget a los acordes tradicionales de las fiestas de Alicante. Unos ninots anunciaban la fiesta mayor del solsticio de verano, queriendo simbolizar los atractivos de la millor terra del mon, como ya la llamaba mi abuela.

Aunque, si hemos de hablar de atractivos, diremos que Alicante los tiene para todos los gustos…

Asustando a los turistas. Foto R.Puig

Asustando a los turistas. Foto R.Puig

Al parecer, Gotemburgo es la segunda ciudad de Suecia que más volumen de negocio genera en la Costa Blanca, tanto en términos de visitantes como de compradores de real state. Así que la caravana de marketing se paseó por terreno abonado o, dicho de otro modo, predicaba a creyentes. Parece que a esta labradora tan encopetada, que luce el sol por insignia, de ello no le cabe la menor duda

Vengan a tomar el sol que yo les guío. Foto R.Puig.

Vengan a tomar el sol que yo les guío. Foto R.Puig.

Pero, como lo recomiendan los jesuitas siguiendo a su Fundador que como vasco sabía de estas cosas, para conseguir acuerdos, sea cual sea la empresa, conviene hablar de ellos después de comer.

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Gastronómico…

Así que no podía faltar, cocinado en una gigantesca paella, un arroz alicantino del que pudimos disfrutar cientos de asistentes. Los platos fueron generosos, cuajados de gambas, cigalas y mejillones, frutos del mercado pesquero de Gotemburgo, el mejor de Suecia.

Arroz alicantino en Gotemburgo. Foto R.Puig

Arroz alicantino en Gotemburgo. Foto R.Puig

El experimentado chef no sólo dirigía la delicada operación culinaria, sobre un fuego de leña como Dios manda, sino que también administraba la distribución de las raciones.

Repartiendo sabores alicantinos. Foto R.Puig

Repartiendo sabores alicantinos. Foto R.Puig

Puedo asegurar que del arroz, muy sabroso y en su punto, no quedó ni un grano. Y si no me creen, vean con que alegría se lo comían estas labradoras, que, después del pasacalles y antes de acometer el resto del largo programa, necesitaban reponer fuerzas y entrar en calor, pues la temperatura marcaba la mitad de grados de la que ese día tenían en Alicante.

Repartiendo sabores alicantinos. Foto R.Puig

Repartiendo sabores alicantinos. Foto R.Puig

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Bucólico…

El domingo, para bajar la paella, nos fuimos a caminar en familia por el bosque de hayas de Åkulla, en la región de Halland, una reserva natural de 5.200 hectáreas entreverada de veinte lagos, al este de Varberg.

En los bosques de Åkulla. El Skärsjön. Halland. Foto R.Puig

En los bosques de Åkulla. El Skärsjön. Halland. Foto R.Puig

Fue un corto paseo de apenas dos horas hasta las orillas de uno de sus lagos, el Skärsjön, rodeado de un lecho espeso y mullido de hojas caídas en el otoño.

La pista está en algunas zonas marcada profundamente por el tractor forestal que realiza las labores de transporte de los troncos que periódicamente se talan para el mantenimiento del hayal y que suministran una excelente madera.

La huella. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

La huella. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

No sé como lo llamará el tractorista, pero el apodo que a mí se me ocurre es «la bestia»

La bestia del bosque. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

La bestia del bosque. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Las veredas rezuman agua y el humus de sus bordes está cubierto de musgos de un verde vivo y salteado de aguas remansadas.

Humus. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Humus. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Los umbrales de los bosques de hayas están poblados de coníferas.

Apunta la primavera. Akulla. Halland. Foto R.Puig

Anuncios de primavera. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Los primeros brotes de la primavera en los arbolillos más jóvenes pueblan ramas delicadas formando una cortina que a medida que la atraviesas vira del amarillo al ocre verdoso.

Despunta la primavera. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Despunta la primavera. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Nuestro paseo se había iniciado en la Fårfarm (literalmente una granja de ovejas) de Öströö, dotada de enormes instalaciones para la cría de ganado ovino.

Ovejas y corderitos. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Ovejas y corderitos. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Por el momento, en el enorme pabellón de ovejas gestantes, estas y las crías están a cubierto. Cuando se acerque el verano, la cabaña pastará en los prados hasta el mes de octubre. No los hemos contado, pero nos dijeron que, sólo en esa dependencia, maternidad y guardería a un tiempo, había casi doscientos ovinos.

Ovejas y corderitos. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Ovejas y corderitos. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Espacio y luz no faltan y pienso para saciarse, eso sí, todas a una

Todas a una. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Todas a una. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Los bebés se lo toman con calma después de cada mamada

Todas a una. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

Compañeros de guardería. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

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Si alguien tuviese problemas para conciliar el sueño, le bastaría con abrir esta crónica y ponerse a contar

Más ovejas con sus corderitos. Åkulla.  Halland. Foto R.Puig

Más ovejas con sus corderitos. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

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Por mi parte, omito el final de la visita. No quiero aguar estas imágenes bucólicas con los otros aspectos de esta explotación modelo, los que tienen que ver con la talabartería y con la olla. Hemos empezado esta crónica por la gastronomía, pero no es preciso acabarla con lo mismo.

Mejor acordarse de Virgilio que exhorta a un amigo poeta a no avergonzarse de sus menesteres de pastor, ya que también el hermoso Adonis lleva las ovejas a abrevar al río

Nec te paeniteat pecoris, divine poeta: / Et formosus oves ad flumina pavit Adonis

Bucólicas, X.17-18

Bééééééé…

Buen apetito. Åkulla.  Halland. Foto R.Puig

Buen apetito. Åkulla. Halland. Foto R.Puig

 

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Nota bene

Alicante y la Costa Blanca tienen infinidad de experiencias que ofrecer, también para quienes aman la calma y la naturaleza, los paseos por valles y montañas o frente al mar y detenerse a comer bueno y barato en un pequeño restaurante de pueblo, bañarse en el mar en invierno o descubrir su milenaria historia en los vestigios que dejaron sus antiguos pobladores. Todo eso y mucho más para quienes no optan por el bullicio y el ruido, sino por la tranquilidad, el reposo, el silencio y, last but not least,  el trato amable de su gente.

Para quienes estén habituados al ruido, a las noches blancas, al estruendo de los petardos, y al exceso de decibelios de las fiestas y conciertos públicos o privados, multitudinarias o sólo para tu calle, las Hogueras de San Juan, se celebran como siempre, del 20 al 24 de junio. De todos modos, hay que saber prepararse a las mascletàs, que suelen definirse como composiciones pirotécnicas ruidosas y rítmicas, es decir una especie de bombazos encadenados, típicos de nuestra cultura levantina, y estar prevenidos cuando los niños, acompañados o no de sus papás protectores, te tiran un petardo a los pies cuando más desprevenido estás. En mi familia hubo quien adquirió para toda la vida lo que los otorrinolaringólogos llaman tinnitus o acúfenos (es decir un silbido recurrente en el oído), debido a una de esas detonaciones festivas  que le sorprendió a poca distancia. Y eso que era alicantina y sabía de qué iba el acontecimiento.

Los supermercados de bricolaje o las buenas ferreterías venden esos cascos que se ponen sobre las orejas los operarios de obras públicas cuando le dan a la taladradora para levantar los adoquines (seguridad e higiene en el trabajo lo llaman). Si deciden aventurarse por las calles en plenas fogueres, uno de esos artilugios es lo más adecuado, aunque no sea lo más vistoso.

4 comentarios leave one →
  1. 17 abril, 2016 15:19

    Si no fuera, Ramón, que estoy segura de que te lee demasiada buena gente del lugar, gritaría con todas mis fuerzas: ¡Cuidado, Gotemburgo, cuidado con el arroz y la pólvora, ni imagináis cuánto suele acompañarlos! Y ponerme a explicar en condiciones, con todo detalle, aún muy marcada por las últimas Fallas, la cuestión, es decir, precisamente todo ese ímpetu folclórico, los pasacalles, los ninots, la jarana mediterránea, el ruido de sol a sol… ¡Ah, caramba, pero de qué sol hablo! No, ahora caigo, estáis salvados, y un ratito no hace daño, porque lo cierto es que ni imaginas cuánto soñé yo con Gotemburgo y ciudades por el estilo durante esas generosas en exceso, inacabables y desafiantes jornadas de sol a sol, no menos de ocho y me quedo corta, razón de que el bosque de hayas de Åkulla me haya parecido, animalitos y aun bestia incluidos, un paraíso de lo más acogedor. Ya lo sé, ya lo sé, Ramón, siempre nos encaprichamos con lo que tiene el vecino 🙂 Un abrazo pleno de fraga y bruma galaica, la más amada de todas mis patrias, quizá cuanto soy.

    • 17 abril, 2016 21:33

      Veo que he conseguido despertar tu morriña galaica. ¿O he de llamarlo saudade? Espero que, a menudo, puedas darte una vuelta por la más amada de todas tus patrias.

      Aún no había estado en Galicia en edad de recordarlo (en la playa de Vivero todavía ni andaba), cuando de adolescente leí El bosque animado (la película no la he visto), que marcó mucho mi imaginación y mi idea sobre esa naturaleza de los bosques gallegos, en la que no sólo los árboles tienen alma de fábula, sino también los topos y los zorros, que por primera vez me presentó Fernández Flórez en la fraga del bosque de Cecebre… por no hablar del amor de dos primos galleguiños en la novela.

      Luego he ido en varias ocasiones, aunque de bosques sólo he paseado los de Redondela, así que me falta mucho aún. Las playas y Santiago y la Coruña sí. Siguieron las lecturas de Torrente Ballester y de Pardo Bazan; de Manuel Rivas no recuerdo haber leído algo en sus libros sobre la fraga y la bruma de Galicia, pero puede que se me haya escapado. Las lecturas que nos impresionan cuando se anda por los trece años no se olvidan.

      Y de la huerta alicantina lo que más recuerdo es lo que hacíamos con mi abuela, los tomates de la mata, los pies en el agua de las acequias, los caracoles purgándose en la tinaja, así como la arena de la playa de San Juan y sus dunas sin torre alguna de apartamentos, la tartana de Tonico, las flores y los frutales en la quinta de la hermana de mi abuelo frente al mirador y las escalinatas de su fachada…

      También existe una saudade levantina…

  2. Bernardo Regal Alberti permalink
    18 abril, 2016 17:13

    Ví muchas ovejitas negras. No conozco nada de los ovinos pero se me ocurrió tomarte el pelo y comentar que en Gottemburgo parece que las hay…jejeje!!
    Bernardo.

  3. 19 abril, 2016 10:14

    Bueno, esas son de Halland y la raza procede de Gotland.
    La negrura en su sentido moral no falta en ninguna parte, aquí tampoco, basta con desayunarme con la prensa diaria para que salte alguna novedad al respecto.
    ¡Esperemos que en el Perú no se imponga en junio!
    Un abrazo

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