Breverías erasmianas (XVIII): “Saxum volvere”. Sísifo en los adagios de Erasmo y en el pensamiento de Albert Camus
Parece que ya se retira el invierno. Dicen que ha sido más gris que los anteriores. No sé qué fotómetros lo miden, pero la prensa sueca nos informa de que las horas oscuras fueron ochenta y tres más que en el pasado.
Si no me he dado cuenta puede que se deba a que otro tipo de oscuridades atraían nuestra atención durante este invierno, como si en esa noosfera nuestra, cuando pareciera que aumentase, laboriosa y a través del dolor de los siglos, la proporción de racionalidad en detrimento de la barbarie, y que cientos y cientos de millones de seres humanos osasen ya regirse por la concordia y la razón frente a la irracionalidad y los dogmas, hayan de volver inexhaustos los vientos oscuros y las insaciables furias a cercenar millones de esperanzas y millares de vidas, esgrimiendo doctrinas y mensajes insensatos.
No es difícil encontrar obras escritas y gráficas que han expresado la desazón ante la ardua e inacabable tarea de la humanidad frente a las monstruosidades que se abren camino una y otra vez cuando la razón se duerme.
Ningún artista ha sabido expresarlo como Goya, con esos grabados en que la negrura de la violencia y la sinrazón devora los modestos progresos de las luces.
Son esas oscuridades pertinaces las que me han hecho recordar, a partir de un adagio comentado por Erasmo de Rotterdam, la ingente tarea de Sísifo, empujando una y otra vez su piedra y sobreponiéndose al absurdo de un permanente volver a empezar.
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“Saxum volvere”
Empujar la piedra
Adagio II, iv, 40
Qui inexhausto quopiam atque inutili labore fatigantur…
Quienes se atormentan con un trabajo interminable e inútil lo que hacen, como se suele decir, es hacer rodar una roca. Como dice Terencio en ‘el Eunuco’: ‘Ya le dado bastantes vueltas a esta piedra’
(la expresión es en realidad del Miles Gloriosus de Plauto )
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Donato señala que el proverbio alude a quienes son víctimas de un esfuerzo inevitable aunque inútil, y opina que el origen está en la famosa leyenda de Sísifo, empujando la piedra arriba y abajo en los infiernos
Qui inextricabili sudore, sed inutili, affligerentur, tractumque putat a notissima Sisyphi fabula, saxum apud inferos sursum ac deorsum volventis
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Dice que él mismo, astuto y perspicaz, tuvo que hacer como Sísifo, ante un funcionario estólido, al que con razón llama pedrusco
(NB: Versión latina de los Adagios aquí utilizada: Les Adages d’Érasme, Belles Lettres et le GRAC (UMR 5037), 2010, pag. 1108, la traducción es mía)
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Arriba y abajo
“Sursum ac deorsum”
Adagio I iii 85
La glosa de este adagio comienza con la referencia al trabajo de esclavo de Parmenón en el Eunuco de Terencio, corriendo sursum ac deorsum, de mensajero entre su dueño (Fedria) y la mujer que este corteja (Tais).
Luego pasa a significados de “mayor estilo” el primero de los cuales se refiere a los jurisconsultos:
Los abogados saltan rápidamente de volumen en volumen, entre una ley y otra, de un interpretación a otra, cambiando de posición a menudo como quien vaga arriba y abajo. Es una metáfora sacada de la leyenda de Sísifo, empujando su piedra en el inframundo
Ea metaphora mutuo sumpta videtur a Sisyphi fabula saxum volventis apud inferos
Como de costumbre, sigue una lista de citas que se refieren a quienes, para conseguir sus objetivos, lo intentan todo laboriosa e incansablemente (Demóstenes, Aristófanes, Eurípides, Platón, Arístides, Plutarco, Menadro y Ateneo). Más otras referencias (Terencio, Donato, Juliano) que aluden a un sentido tragicómico y hasta lúdico de la expresión, sobre aquellos que todo lo confunden y remueven.
(NB: Versión latina de los Adagios aquí utilizada: Les Adages d’Érasme, Belles Lettres et le GRAC (UMR 5037), 2010, ppp. 320-322, la traducción es mía)
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No dejar cuerda sin mover
“Omnem rudentem movere”
Adagio I iv 31
En un sentido parecido, no de remover sino de accionar todos los resortes de una situación, Erasmo también recorre arriba y abajo toda la literatura clásica para explicarnos como en este sentido han usado la expresión “tocar todas las cuerdas” una serie de autores. Aristófanes en el sentido de no rendirse; Luciano en el de buscar la revancha; Apolonio en la búsqueda de la ganancia comercial; Platón en reflexionar cuidadosamente (en el diálogo que titula Sísifo); y Julio Polux en el que quizás sea el sentido metafórico original y el más hermoso:
Navegábamos soltando todos los cabos y ‘con todo nuestro cordaje’. Describe así una navegación difícil en la que todo ha de intentarse
Navigabamus omni moto rudente et omnibus rudentibus. Ad eum modum significat difficilem navigationem, in qua omnia tentanda
(NB: Versión latina de los Adagios aquí utilizada: Les Adages d’Érasme, Belles Lettres et le GRAC (UMR 5037), 2010, pag.356, la traducción es mía)
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Erasmo como metáfora
Erasmo trabajó sin descanso buscando y examinando los sentidos de cada proverbio en la literatura griega y latina y en sus comentaristas y recopiladores. Esa es la tarea ingente (“trabajos de Hércules”) que se marcó durante décadas y que ha hecho de sus Adagios un monumento filológico y literario único.
Con la analogía del trabajo hercúleo alude a esa ingente labor filológica de aquellos años de inicios del siglo XVI en los que se dejaba las pestañas en las bibliotecas y archivos y en la imprenta de Aldo Manuzio, escribiendo sin parar, revisando el trabajo de los cajistas y corrigiendo las pruebas de imprenta sobre la marcha, como un nuevo Sísifo empujando sin cesar la piedra.
El comentario en que lo cuenta forma parte de uno de sus adagios largos, de esos en que no se limita a la glosa y a la cita filológicas. Son esos en los que vierte su propia experiencia de la vida, sus inquietudes y su filosofía. En este caso, además, es un hermoso testimonio del trabajo del sabio erudito en las primeras décadas de la imprenta en Europa. Es bien sabido que fue él quien con mayor inteligencia y habilidad supo sacarle partido en los albores del siglo XVI y varios lustros antes que Lutero y otros reformadores.
Los trabajos de Hércules
“Herculei labores”
Adagio III, I, 1
Una vida entera apenas bastaría para el examen y análisis de tantos poetas en ambas lenguas, tantos gramáticos, tantos oradores, tantos dialécticos, tantos sofistas, tantos historiadores, tantos matemáticos, tantos filósofos, tantos teólogos, siendo así que sólo catalogar sus obras agotaría a un hombre; y esto no sólo de una vez por todas, sino arriba y abajo, tan frecuentemente como el contexto exija que cual Sísifo empujes tu piedra hasta la cima del monte. Pienso que no habrá nadie que no vea, nadie que no se dé cuenta de que esto es algo enorme. Ahora bien, pregunto, ¿qué proporción tiene esta tarea entre todos mis trabajos? He aquí que te queda un ejército casi mayor de comentaristas, de los cuales algunos por pereza y descuido, no pocos también por ignorancia (porque también estos han de ser cribados, sin duda para recoger algo de oro del muladar), han añadido una considerable carga a nuestros trabajos
Vix aetas humana suffecerit, ut tot utriusque linguae poetas, tot grammaticos, tot oratores, tot dialecticos, tot sophistas, tot historicos, tot mathematicos, tot philosophos, tot theologos, quorum vel titulis recensendis defatigetur aliquis, excutias ac revolvas, neque id semel, sed sursum ac deorsum in his, utcunque res postularit Sisyphi saxum volvere. Jam hoc opinor nemo non videt, nemo non fatetur esse maximum. At ea quota portio quaeso nostri sudoris ? En tibi restat agmen pene majus interpretum, in quibus aliorum supinitas atque indiligentia, nonnullorum etiam imperitia (nam hi quoque sunt evolvendi, nimirum ut aliquando legas aurum e stercore) non mediocrem sarcinam adjunxere nostris laboribus.
(NB: Versión latina de los Adagios aquí utilizada: Les Adages d’Érasme, Belles Lettres et le GRAC (UMR 5037), 2010, pag. 1474, la traducción es mía)
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Volvamos a Sísifo y a la causa de su pena
Según las leyendas de la literatura clásica, fue precisamente la astucia de Sísifo, lo que hizo reaccionar a Zeus, condenándole a empujar una roca montaña arriba para, una vez en la cumbre, ver como el dedo invisible de Dios la empujaba hacia abajo, arrastrándole con ella, para volver a empezar, como castigo por osar engañarle.
Los engaños de Sísifo
“Sisyphi artes”
Adagio III vii 26
Se suele calificar como ‘engaños de Sísifo’ un consejo ingenioso y astuto. Aristófanes habla en ‘Los Acarnienses’: ‘Saca sin tardar los hábiles trucos de Sísifo’. Hay además otra razón por la cual el nombre de Sísifo está vinculado proverbialmente a la astucia. La encontramos en un verso de Homero: ‘Sísifo, aquel a quien nadie en la tierra iguala en astucia’. El tema aparece de nuevo en el sexto libro de La Ilíada: ‘Aquí vivió Sísifo, un pícaro astuto como ninguno hubo’. De él descendía Ulises, al que Homero representó como astuto e inteligente
(NB: Versión latina de los Adagios aquí utilizada: Les Adages d’Érasme, Belles Lettres et le GRAC (UMR 5037), 2010, pag. 1832, la traducción es mía)
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Sísifo en el siglo XX
Doy un salto de algunos siglos, porque estos adagios me llevan inevitablemente a otros textos dedicados al mito de Sísifo por un joven autodidacta y menesteroso, un periodista filósofo de menos de treinta años, un tuberculoso en pugna con su enfermedad que había asumido que moriría joven. Me refiero a Albert Camus.
Está empujando su roca, pero escribe entre 1939 y 1943 tres obras clave de la literatura filosófica del siglo XX; una novela: El extranjero; un ensayo: El mito de Sísifo; un drama: Calígula. Las entrañas de la culpa absurda, la rebelión metafísica contra el absurdo, la rebelión libertaria contra el imperio de la sumisión.
Una década más tarde, su rebelión habrá alcanzado una lucidez que no tiene parangón en la obra filosófica de aquellos años. Es en El hombre rebelde donde culmina su lucha contra el nihilismo totalitario y su apuesta por las personas, no en función de un futuro paraíso revolucionario, sino en el aquí y el ahora de la realidad en la que vivimos:
‘Me rebelo, luego somos’, al ‘estamos solos’ de la rebelión metafísica, la rebelión en su pugna con la historia añade que en lugar de matar y morir para producir el ser que no somos, hemos de vivir y hacer vivir para crear lo que somos
Albert Camus, L’homme révolté (1951), Gallimard, 1957 (edición 144ª), p. 309, las traducción es mía)
La culpa absurda
El pecado no reside tanto en saber (bajo ese punto de vista todos somos inocentes), como en querer saber. Es ese el único pecado que el hombre absurdo puede considerar constitutivo de su culpabilidad y a la vez de su inocencia
(Albert Camus, Le mythe de Sisyphe (1942), Gallimard, Folio/Essais, 2012, pag. 72, la traducción es míaa)
‘Mi espacio, dice Goethe, es el tiempo’. He aquí pues la palabra absurda. ¿Qué es en efecto el hombre absurdo? Aquel que, sin negarlo, no hace nada por lo eterno. No es que la nostalgia le sea extraña. Pero a ella prefiere su coraje y su razonamiento. El primero le enseña a vivir sin apelación y bastarse con lo que tiene, el segundo le instruye sobre sus límites. En la certeza de su libertad a término, de su revuelta sin futuro y de su conciencia perecedera, continúa su aventura durante el tiempo de su vida. Ahí está su terreno, ahí su acción que sustrae a cualquier juicio que no sea el suyo. Para él, una vida más grande no puede ser una otra vida (p.95)
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Sísifo y Camus
Hemos comprendido que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio de la muerte y su pasión por la vida le han valido este suplicio indecible donde todo el ser se esfuerza para nada concluir (pag. 164)
Al final de este largo esfuerzo medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin fondo, la meta se ha alcanzado. Sísifo mira la piedra rodar en pocos instantes cuesta abajo, hacia ese inframundo desde el que habrá que remontarla hacia las cumbres. Desciende al llano.
Es durante ese retorno, esa pausa, cuando Sísifo me interesa. Un rostro que pena, ¡tan pegado a las piedras y ya piedra en sí mismo! Veo a ese hombre que desciende de nuevo marchando pesadamente pero con paso igual hacia el tormento del que no conocerá el fin…
… En cada uno de esos instantes, cuando abandona las cimas y se adentra poco a poco en las madrigueras de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca.
Si este mito es trágico, es porque su héroe es consciente. ¿Dónde estaría en efecto su pena, si a cada paso la esperanza de lograrlo le sostuviese? (p.165)
Toda la alegría silenciosa de Sísifo está ahí. Su destino le pertenece. Su roca es suya. Del mismo modo, el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace enmudecer a todos los ídolos. En el universo devuelto de repente a su silencio miles de pequeñas voces, deslumbradas, se elevan de la tierra…
No hay sol sin sombra y hay que conocer la noche. El hombre absurdo dice sí y su esfuerzo ya no cesará. Si hay un destino personal, no hay en cualquier caso un destino superior o, al menos, no hay más que uno, que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, él se sabe dueño de sus días. En ese instante sutil en el que el hombre reexamina su vida, Sísifo, de vuelta a su roca, contempla esta serie de acciones desligadas que forman su destino, creado por él, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por la muerte. De este modo, persuadido del origen totalmente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca rueda aún.
¡Dejo a Sísifo al pie de su montaña! Siempre se encuentra la propia carga, pero lo que Sísifo enseña es una fidelidad superior que niega los dioses y levantas las rocas. Piensa también que todo está bien. Este universo, ya sin dueño, no le parece ni estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada esquirla mineral de esta montaña repleta de noche, forma por sí solo un mundo. La lucha hacia las cumbres basta en sí misma a llenar un corazón de hombre. Hay que imaginar a Sísifo feliz (pp. 167-168)
Epílogo
Pongo en plural las palabras de Camus y son el resumen de la historia de los seres humanos en su lucha contra el peso de la oscuridad y la irracionalidad, contra el desajuste entre el deseo de claridad que nos azuza («cuya llamada resuena en lo más profundo del hombre”) y la realidad del mundo:
… sísifos somos todos los héroes absurdos. Lo somos tanto por nuestras pasiones como por nuestro tormento. Nuestro desprecio de los dioses, nuestro odio de la muerte y nuestra pasión por la vida nos han valido este suplicio indecible donde todo nuestro ser se esfuerza para nada concluir
No renunciemos, que el nihilismo y la mistificación de la revuelta no nos cieguen.
Cuando en el vértigo y el furor, la rebelión se convierte en todo o nada, en la negación de todo ser y toda naturaleza humana, en ese momento reniega de sí misma. La negación total sólo sirve para justificar el proyecto de una totalidad por conquistar. Pero la afirmación de un límite, de una dignidad y de una belleza pertenece a todos los hombres, conduce a la necesidad de extender ese valor a todos y a todo, y de marchar hacia la unidad sin renegar de los orígenes
Albert Camus, L’homme révolté (1951), Gallimard, 1957 (edición 144ª), p. 308, la traducción es mía)
Impactante, hermoso y muy oportuno, Sísifo. Quién pudiera tener como tú una cultura tan completa y al tiempo nada superficial o erudita, asimilada y hecha propia. Mis bendiciones por el documento y mi envidia por el silencio que habrá en esas tierras, desde los días que menos amo en esta, los de la pólvora, las charangas y el ruido las casi 24 horas del día, y todo metiéndose en casa, se quiera o no. Un abrazo
Gracias Luisa, me esfuerzo por que salga bien y diga algo.
En cuanto al silencio, sí, es muy necesario, y en tiempo de fallas… ya se sabe. Tengo viejos amigos en la capital del Turia que, cuando se acerca la fiesta del padre putativo, se inventan un viaje. Su trabajo requiere silencio.
Pero me temo que no sólo falte silencio para la reflexión a causa del folklore fallero. Parece que el esperpento ha dejado de ser un género literario para convertirse en un género político. Uno de sus ingredientes es el ruido y la descalificación de las personas en función de las siglas que prefieren. No sé si es porque lo miro con óptica escandinava, pero no logró encontrar en los enfrentamientos entre unos y otros nada que suene al propio programa, tan empeñados como están todos en decir lo malísimos y podridos que están los otros. Parece que hoy en día baste con emplear el refrán de «dime con quien andas y te diré quien eres» para tirar al bebé con el agua de la bañera.
Como ves, acabaré hablando en proverbios 🙂
La verdad es que los españoles, desde hace ya por lo menos un par de siglos, estamos penando como sísifos. No se acaba de vislumbrar el momento en que podamos descansar una temporada en la cima, apagados el ruido y la furia, usando la piedra no como carga sino como asiento.
Un abrazo
Estupenda entrada, Ramón. Un gusto leerte. Un abrazo.
Gracias, Antonio.
Me gustó mucho también tu reseña de «Marga». Buscaré el libro cuando en los días de Pascua esté de nuevo por Levante.
Y ya que me refiero a tu blog, me gustaría que nos analices, para los que andamos por estas tierras frías, «qué piensan los poetas andaluces» sobre ese tema que, al calor de los debates políticos, algunos han abierto sobre qué es «el ser andaluz», en estos tiempos en qué hasta se requisa a los filósofos y a los poetas para reanimar proyectos en dificultad.
Un fuerte abrazo
Ramón