Hoja suelta
Hojas del árbol caídas
juguetes del viento son:
¡Las ilusiones perdidas
¡ay! son hojas desprendidas
del árbol del corazón!
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José de Espronceda
Son días de hojas moribundas y multicolores, muchas de ellas esparcidas sobre las aceras. Ha llovido y algunas se visten por última vez de perlas efímeras, que Espronceda vería probablemente como lágrimas
Son días de de apacible nostalgia, de nervio retenido e inspiración incierta, son días de hoja suelta y garabato
Son días de espera del invierno, de pereza sin razones, del Sísifo remiso que ha dejado de empujar la piedra y se acomoda en ella, son días de abrir viejos libros, los de nuestras filosofías juveniles, las del mundo absurdo, las del difícil equilibro de la presencia humana, a caballo entre la realidad sin espíritu y el espíritu en conflicto con la realidad
Lo que sé, lo que es seguro, lo que no puedo negar, eso que no puedo rechazar, he ahí lo que cuenta. Yo puedo negar todo de esa parte de mí que vive de nostalgias inciertas, pero no ese deseo de unidad, ese apetito de resolver, esa exigencia de claridad y de cohesión. Puedo refutarlo todo de ese mundo que me rodea, que me golpea y me transporta, excepto este caos, este azar reinante y esta divina equivalencia que nace de la anarquía. No sé si este mundo tiene un sentido que le desborda. Lo que sé es que no conozco ese sentido y que por el momento es imposible que lo conozca. ¿Qué significa para mí la significación fuera de mi condición? Sólo puedo comprender en términos humanos. Lo que toco, lo que me ofrece resistencia, he ahí lo que comprendo. Y de estas dos certezas, mi apetito de absoluto y de unidad y la irreductibilidad de este mundo a un principio racional y razonable, lo que sé es que no puedo conciliarlas. ¿Qué otra verdad podría reconocer sin mentir, sin hacer intervenir una esperanza que no tengo y que no significa nada dentro de los límites de mi condición?
…
¿Cuál es el fondo de este conflicto, de esta fractura entre el mundo y mi espíritu, sino la conciencia que de ella tengo?
Albert Camus, Extracto de «La liberté absurde» en Le mythe de Sisyphe, Gallimard, 1942 (la traducción es propia)
Aceptar el otoño
Como las hojas se desprenden y aceptan; como, pasados la primavera y el verano, los brazos de Sísifo se toman un respiro y dejan de empujar la piedra; como la estación se calma y se dispone a la espera, también la ciudad parece rehuir tensiones bajo soles más fríos
Pero si la calma es aparente, si seguramente el otoño nos engaña, si la conciencia no descansa y el absurdo se sigue cargando de razones, puede que sólo el arte sea el último reducto, la única mentira que no miente
Aunque – parafraseando al Camus de la cita anterior, el de los años de la guerra y la resistencia- podríamos decir que ‘lo que no toco, lo que no me ofrece resistencia, he ahí lo que no comprendo’
Y hay, además, en esa misma obra de Camus, otra aserción filosófica para tiempos de guerra, otra constatación del absurdo que contradice la segunda estrofa del traído y llevado poema romántico de Espronceda con el que abríamos esta hoja suelta:
¡El corazón sin amor!
Triste páramo cubierto
con la lava del dolor,
oscuro inmenso desierto
donde no nace una flor!
Pues lo que Camus dice (inicio del capítulo sobre el Don Juanismo) apunta en la dirección opuesta :
Si bastase con amar, las cosas serían demasiado simples. Cuanto más se ama, más se consolida el absurdo
Así que, hoy lo dejamos así, que cada uno resuelva sus dudas como quiera y pueda, que el otoño no nos deprima, que entre la filosofía del absurdo y la poesía de la pasión romántica, encontremos cada uno la vía que nos redima
¿En alguna isla lejana? ¿En algún rincón del arte?
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NB: las fotos de los cuadros corresponden a una reciente visita a la exposición titulada Ingen människa är en ö (Ningún ser humano es una isla) en la galería Artipelag de Estocolmo: http://www.artipelag.se/en