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De un viaje a Irlanda (V): Wicklow

16 julio, 2023
Norte del Condado de Wicklow

El 15 de junio nuestros amigos Ros y Ciaran nos obsequiaron una excursión al The Garden of Ireland, el Condado de Wicklow, al sur de Dublin, que es así llamado por razones que se comprenden con sólo observar su mapa, del que sólo ofrezco arriba su mitad norte, pues obviamente nos limitamos a entrar por Enniskerry, continuar por Roundwood y Glendalough y volver a Dublin por la Military Road, construida entre 1800 y 1809 por el ejército británico ocupante para perseguir a los insurgentes irlandeses que se refugiaban en las montañas del condado.

Enniskerry

Cuando llegas a Enniskerry. Foto R. Puig

Como llegamos a Enniskerry a la hora del lunch lo que hicimos antes de pasearnos por este simpático pueblo, fue almorzar en la placita que encuentras nada más llegar.

En el paseo por sus calles, ante los escaparates llenos de frascos vitivinícolas y espirituosos nos encontramos con uno directamente alusivo a los vinos españoles: «Sensacional selección española», y no precisamente la de fútbol. El antiguo comercio vinícola con España que evocamos en la anterior entrada sigue estando vivo y animando las alegrías irlandesas.

Spanish selection en Enniskerry. Foto R.Puig

Incluso, en un escaparate de regalos y souvenirs hay un cuadrito de ciertas artesanas de nombre Anna Cabrero y Vanessa Murphy que se refiere a las tapas hispanas con la elocuente imagen de un pulpo, en este caso sin haber sido preparado a la gallega.

Escaparate de una tienda en Enniskerry. Foto R.Puig

Dimos también una vuelta por la subida a la colina de los pinos, cerca de cuya entrada me pareció interesante este edificio enteramente de piedra, como son las construcciones antiguas y tradicionales de Irlanda.

Enniskerry, en la subida a Pinehill. Foto R. Puig

En Irlanda la piedra abunda, de hecho los montes graníticos y las pequeñas colinas o drumlins esparcidos por su geografía (*), separados por bogs, son una de las causas de la fragmentación de los antiguos reinos gaélicos a lo largo de su historia, algo así como lo que en el medioevo feudal español fueron los reinos de taifas.

De ahí las dificultades que encontraron los irlandeses durante siglos para confederarse de forma eficiente contra el ocupante normando primero y británico después, que dividía y vencía una y otra vez. Hasta que la guerra por la independencia entre enero del 1919 y julio de 1921 conduce a la Government of Ireland Act el 23 de diciembre del 1920 con parlamentos y administraciones en Dublin y en Belfast y se inicia el camino al Acta de una República de Irlanda totalmente independiente el 21 de diciembre del 1948.

Enniskerry, emblema de Pinehill. Foto R. Puig
Árboles podados en Pinehill. Foto R.Puig

Roundwood

Entrada al dominio de Roundwood. Foto R. Puig

La siguiente etapa del paseo nos llevó a tomar un café en la terraza del soberbio dominio de Roundwood, desde la que se tiene una perspectiva de sus imponentes jardines. Se trata de un lugar de frecuentación turística, en especial para los amantes de las plantas, donde su enorme invernadero alberga la venta de todo tipo de semillas y utensilios para jardineros.

Vista del Tonnelagee (819 metros) desde la terraza de Roundwood. Foto R. Puig

Glendalough

La siguiente etapa, para de verdad estirar las piernas, fue un sitio eclesiástico medieval, una especie de pequeño reino de los monjes seguidores del legendario eremita San Kevin que lo fundaron en el siglo VI y se fue desarrollando entre dos lagos, lo cual originó su nombre (lough en gaélico es lago y glen es cañada) de cañada de los lagos. La fama del santo lo convirtió en lugar de peregrinaciones. Hay restos que datan de la edad del bronce que son también testimonio de prácticas rituales precristianas en este valle de origen glaciar escoltado por dos lagos unidos por un río. Más detalles históricos se pueden conocer en la Insider Guide to Ireland (DoChara).

Plano del sitio eclesiástico medieval de Glendalough (detalle del panel informativo)

En los siglos VII y VIII los monasterios, que se habían fundado en la proximidad de fuertes rodeados de empalizadas, fueron extendiéndose y los sitios monacales crecieron en influencia y desarrollo, con agrupaciones de viviendas bajo su protección. Paralelamente los fuertes fueron disminuyendo en su poder, como en el caso de Glendalough, según reza un poema del siglo VIII en gaélico a la gloria del rey Ailill, dos de cuyas estrofas traducidas al inglés muestran como muchas fortalezas reales habían desaparecido, mientras el monasterio de Glendalough permanecía como refugio de las gentes del entorno:

Ailill the king is vanished

Vanished Croghan’s fort:

Kings to Clonmacnoise now

Come to pay their court.

.

Nawan town is shattered

Ruins everywhere:

Glendalough remains

Half a world is there.

«Félire Ôengusso», p.25,traducción de Frank O’Connor en «Kings, Lords and Commons», p.3 (**)

En la era de las guerras vikingas (***), cuando se funda Dublín, es decir los siglos IX y X, los edificios con tejados de madera son sustituidos por construcciones acabadas en piedra y surgen los esbeltos campanarios graníticos, inspirándose en los de Italia, que también son usados como ultimo refugio en caso de ataques enemigos, aunque en principio su destino era dar las horas o avisar de un peligro. No obstante, si el enemigo se apropiaba del terreno bajo la torre y de la entrada inferior, el refugio podía transformarse en una chimenea mortal.

Glendalough. El campanario junto al cementerio. Foto R. Puig

Accedimos al dominio, que en su día estuvo rodeado de murallas, por los arcos que aún quedan del bastión de la entrada.

Glendalough, la entrada al recinto. Foto R.Puig

No pudimos entrar en la iglesia de San Kevin que estaba cerrada.

Glendalough. Iglesia de Saint Kevin. Foto R. Puig

Atravesamos el extenso cementerio, en que encontramos lápidas, algunas del siglo XVIII y otras emplazadas sobre fosas colectivas, modestos testimonios de la gran hambruna de mediados del XIX. Este cementerio aún se usa para sepultura de familias locales.

Glendalough. Ruinas de la catedral desde el cementerio. Foto R. Puig

De ahí accedimos a las ruinas de lo que fue catedral del condado, donde se han dejado algunas lápidas con trabajados detalles en bajorrelieve.

Glendalough. Interior de la catedral. Foto R. Puig
Glendalough. Lápidas tumbales en la catedral. Foto R. Puig

Bajorrelieves en lápidas del interior de las ruinas de la catedral de Glendalough. Foto R. Puig

Como final de la visita, pasamos el puente sobre el riachuelo que une los dos lagos y caminamos hasta el lago superior, desde donde volvimos por el mismo camino a la salida.

El lago superior de Glendalough. Foto R. Puig

Por la military road

De vuelta a Dublín tomamos la ruta de la «carretera militar», por donde a principios del siglo XIX los ejércitos que mantenían Irlanda como colonia británica se dirigían a las montañas de Wicklow para reprimir el movimiento rebelde que había surgido en el condado a finales del siglo XVIII.

Wicklow. Vista del valle desde la ruta militar. Foto R. Puig

Llegando a la meseta superior de esa estrecha ruta, desde el arcén, se divisa la cascada de Glenmacnass cuya caída de 121 metros la convierte en la más alta de Irlanda.

Cascada de Glenmacnass en la Military Road. Foto R.Puig

Tras un largo tramo por esa meseta bordeada de lomas rocosas nos desviamos por una carretera, algo escondida, que nos lleva al Gleencree Centre for Peace & Reconciliation, que a esas horas del atardecer estaba cerrado.

Este centro, en una Irlanda dividida conflictivamente entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, se dedica a trabajar para prevenir y sanar los conflictos políticos e intercomunitarios y construir sociedades pacíficas e inclusivas. En él se convoca a los individuos y grupos afectados, ayudándoles a encontrar caminos hacia la reconciliación y la paz a través del diálogo, la construcción de relaciones, la facilitación del discurso público y el aprendizaje compartido.

Centro para la Paz y la Reconciliación de Glencree. Foto R. Puig (tomada a través de la verja)

Cementerio Militar Alemán de Glencree

Junto a la entrada del Centro para la Paz y la Reconciliación encontramos un cementerio que asimismo mueve a meditar sobre los destinos de los seres humanos atrapados en las guerras de la Historia.

Frente a su entrada, en un ribazo sobre el riachuelo, hay tres cruces que hacen pensar en el calvario vivido por quienes yacen en este cementerio y por los millones de personas víctimas de la guerra.

El calvario de Glencree. Foto R. Puig
Espada envuelta en espinas sobre la tumba de un soldado alemán desconocido. Foto R. Puig

Estamos en el cementerio militar alemán de soldados y oficiales muertos durante la primera y la segunda de las guerras mundiales. Seis tumbas corresponden a militares alemanes fallecidos en la primera guerra en campos de internamiento en Irlanda.

Tumbas de soldados alemanes muertos durante la I Guerra Mundial en Irlanda. Foto R. Puig
Un soldado alemán. Foto R. Puig

De los muertos durante la segunda guerra son 80 tumbas que corresponden a aviadores alemanes que se estrellaron en Irlanda con su avión o a cuerpos de marinos recuperados tras el naufragio frente a sus costas.

Tumba de aviador alemán muerto el 10 de junio de 1941. Foto R.Puig

Otras 46 tumbas corresponden a civiles alemanes que viajaban detenidos, desde Liverpool rumbo a Canadá, en el navío Arandora Star, paradójicamente torpedeado por un submarino alemán frente a las costas irlandesas.

Cada mes de noviembre se celebra en este lugar (donde también se entierra a los muertos de algunas familias locales) la ceremonia del German Remembrance Day.

Escultura de Jesucristo resucitado en el Cementerio de Glencree. Foto R. Puig

Cuando llegamos de vuelta a Dublín ya era de noche.


NOTAS:

(*) J.H.Andrews, «A geographer’s wiew of Irish History», en The course of the Irish History, edited by T.W. Moody & F.X. Martin, enlarged edition, The Mercier Press, Cork, 1984, pages 17-29.

(**) Kathleen Hughes, «The Golden Age of Early Christian Ireland (7th and 8th centuries)», en Ibidem, pp. 82-83)

(***) Liam de Paor, «The Age of the Vikings Wars (9th and 10th centuries)», en Ibidem, pp. 91-106.

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