Norte – Sur
Para Milo
Cuando el blanco brilla en una fotografía y si la imagen está tomada en este verano de los llanos orientales de Bolivia, será el brillo de un soleado día el que nos deslumbre enmarcado por una vegetación tropical.
La mariposa que encabeza esta entrada ha sido captada por una excelente fotógrafa, la esposa de un buen amigo, con el que comparto viejas historias que datan de los años 60, así como vivencias de hoy, cuando miles de kilómetros nos distancian y paradójicamente nos unen.
En Gotemburgo también brilla el blanco, aunque con una diferencia de treinta grados hacia la parte baja de la escala termométrica de Celsius, y no hay alas ni vegetación tropical, sino cornamenta de hielo y seto de coníferas. ¡Cosas de los hemisferios de un planeta esférico! ¡Mis amigos en verano y aquí nosotros en invierno!
Como seguramente el frío embota mi estro, tendrán que perdonar mi pobre paráfrasis del Romance sonámbulo lorquiano :
Blanco, que te quiero blanco
blancos brillos y almas albas,
la mariposa en los aires,
blanco el alce en la explanada.
¡Y que vuelvan para todos
espléndidas las alboradas!
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Contrastes

Mientras, en las riberas del Beni, Cristina y Charlie, mis amigos de Bolivia, pasan días de sol o de templadas lluvias en su casa de Rurrenabaque, quien esto escribe se complace en dedicarles hoy la foto de Milo y su mamá, vecinos de mi barrio que se deslizan en trineo por la colina de Vasastaden al tímido brillo de un sol oblicuo.

Seguramente es ese mismo sol, más generoso en Rurre, el que hace que los animales domésticos estén allí más domesticados: cánidos y felinos se llevan bien y sin querellarse, pasando el tiempo en reposada compañía.
En mis latitudes hay que plantarle cara al día bien abrigados para dar algunos de los diez mil pasos que dicen los geriatras que todo viejo que quiera mantenerse en forma ha de completar cada día. Hay quien lleva amarrado al cinturón un contador de pasos, de modo que incluso el trayecto de la cocina a la sala de estar o al dormitorio y viceversa también cuente.

Para más diversidad, basta asomarse a la puerta de la cabaña de Cristina y Charlie en los llanos orientales de Bolivia y admirar plantas y flores que, cuando no existían los pinceles y el homo sapiens ni siquiera había arañado las paredes de las grutas para impetrar los favores de Naturaleza, ya ellas se habían vestido de una gama infinita de colores.
En estos mismos días, en los parques de mi barrio gotemburgués hay quien se consuela con los colores virtuales de pantallas pixeladas, que pobremente remedan los infinitos colores que en el mundo nos han precedido y nos sobrevivirán

Bueno, tampoco voy a exagerar… hay momentos invernales en los que la ciudad también luce sus oros vespertinos.

En el otro hemisferio, en la cabaña del tío Charlie, no hacen falta ni estufa, ni leña que arda para caldearse.
Y si quieres un buen zumo de pomelo, no tienes más que alargar la mano, que en su jardín no faltan…
Por nuestras latitudes, quien quiera darse un garbeo a la vera del Delsjön, en los alrededores de la capital de Bohuslan, convendrá que lleve un termo de café y vaya bien abrigado y con calzado antideslizante.

Para que no tengan que desplazarse hasta aquí, he pensado que con una breve panorámica podrían hacerse una idea.
La tienen al su alcance «pinchando» >>>

Si les apeteciera atravesar un hermoso río en un clima templado, lo mejor sería una excursión a Rurrenabaque. Por el momento, a falta de vídeo, les ofrezco una foto de cuando estuve allí.
Ahora me van a tener que perdonar, pues he de preparar la leña para la chimenea…