Entre Madrid y Els Poblets
Por la crónica anterior, quedaba claro que he estado unos día en Madrid.
Así es, durante el mes de enero he andado de aquí para allá. Dejé Gotemburgo bajo los primeros conatos de una nevada que sobre todo se hizo notar en el aeropuerto.
Cuando escribo esto la nieve ya se ha instalado allí, pero, por lo que me concierne, salvo cuando hace unos días volvía de Madrid y el tren atravesó una fuerte nevada a su paso por Cuenca, o al divisarla sobre las cumbres de Guadarrama, este año no me he medido aún con ella.
Cerca del límite con Valencia, el paisaje se carga con nubes de tormenta
y la luz derrama magia sobre unos campos transidos de frío.
En Madrid subí por primera vez a la terraza del Círculo de Bellas Artes.
Plácidos turistas tomaban el sol en las tumbonas y un cielo nítido, el que siempre caracterizó a la capital de España y que a veces nos sigue regalando el esplendor de sus inviernos, permitía alargar la vista hasta los montes de Toledo y ofrecía esas arquitecturas que Antonio López ha retratado tan concienzudamente.
Todo ello presidido por Minerva
y por Faetón.
El edificio de la Telefónica también ha presidido tanto nuestros años más trágicos como nuestras décadas más bulliciosas.
Me pregunto si su reloj funcionó siempre, incluso cuando era blanco de bombardeos y cañonazos.
¿Qué hora sonará en adelante para España?
Por el momento, en el barrio de Chamberí, hay quien ofrece todo tipo de curas para los agobiados.
Antes de dejar Madrid descubro, durante un paseo campestre con amigos por un rincón de la provincia, que, aunque de aguas más o menos limpias, en sus ríos todavía se pueden visitar cascadas.
Antes de volver a la Marina Alta y junto a la plaza de toros de las Ventas me topo con un recuerdo de otros tiempos, el monumento dedicado por los toreros al descubridor de la penicilina.
Algunos de ellos se salvaron gracias a Fleming.
A los toros no les hizo falta.
De regreso en Els Poblets
Por San Antón, hisopo en mano, el párroco bendice a los animales frente al mar
Durante la tradicional bendición de los animales, la estrella de este año ha sido la gran tortuga del veterinario
Y, como todos los años, los jinetes lucieron sus caballos antes de hacerse purificar con agua bendita
Mientras tanto, como he preparado una fideuá, con este aromático final me despido por hoy
me encantan las fotos de madrid (y de los animales!) 🙂
Gracias Rebecca,
¡Pues a verlo en directo! ¿Para cuándo saltas el charco?
Saludos
Ramón
Ayer, a las tantas de la madrugada, en la cama y con el iPhone por toda arma, me mantuviste encandilada con textos, versos, un francés, pese a todo, a mi alcance, tu traducción, tu ir contando como amoroso padre o amigo y, muy en especial, el milagro de todas esas fotografías. Mira si me llenaste, que me vi obligada a rechazar amablemente tu fideuá cuando llegó:-) Últimamente, entre lo que más valoro, anda la paz que llega de la belleza que va creando y ofreciendo, con absoluta sencillez y aun modestia, al prójimo la buena gente. Gracias, Ramón.
Gracias, Hanna,o Luisa, que ahora ya no me aclaro 🙂
En todo caso, tus disidencias, magníficamente escritas, también son un río de reflexiones por el que da gusto dejarse llevar… luego, desembarcas en otra orilla, y sin saber cómo, te echas a andar rumiando… me has divertido y también me has ‘disidencialmente’ iluminado. Tú dices «no te entiendo» y nosotros seguimos diciendo algo así como «nosotros tampoco». Más o menos como le pasaba a Larra (pero sin recurrir al revolver, claro).
Saludos
Ramón