Öland se pronuncia Eeland
Öland quiere decir “el país isla”.
El faro que por el norte corona esta isla, alargada como el sonido de su nombre, se llama Långe Erik, que es como decir “Erik el larguirucho”.
Suecia es el país de los mil faros y un país puntero en la exportación de la tecnología de los faros modernos.
Este faro con nombre de rey malo lo custodian las aves migratorias que se toman un descanso antes de iniciar su viaje otoñal hacia el sur. Puede que algunos de estos cormoranes sean los que en invierno pescan incansables por las playas de la Marina Alta.
En la punta sur de la isla monta guardia el otro faro, el Långe Jan, bajo el cual se puede asimismo oír la algarabía de miles de aves.
Se viene aquí para poder contemplarlas, no sólo a ellas sino también a los cientos de ornitólogos aficionados con sus catalejos y esas cámaras de larguísimos objetivos que comparten con los fotógrafos deportivos.
Después de subir 195 peldaños se puede gozar de la vista del mar y de las aves, al extremo de una estrecha franja de tierra.
Se divisan las bandadas de aves migratorias y marinas, así como los abundantes cisnes blancos que navegan por las orillas de la isla, ante la mirada de los negros bovinos que pastan en las praderas al borde del mar.
Öland se visita con más tranquilidad cuando se han acabado las vacaciones escolares en Suecia y es fácil encontrar habitaciones en las Vandrarhem, los albergues de viajeros, tan populares y económicos, antes de que casi todos cierren a principios de setiembre.
Nuestro vandrarhem se sitúa a pocos pasos del mar, como la mayoría de los que están diseminados a lo largo de las dos costas de la isla.
Si te gusta el agua fresquita del Báltico puedes bañarte desde la pasarela de madera, bajando una cómoda escalerilla, y así disfrutar de una inmersión lenta.
Aunque la temperatura ambiente es aún benigna y el sol no falta. Se trata de un breve margen de calma entre el 20 y el 31 de agosto antes de que acabe la temporada veraniega. Merece la pena.
Tierra de vikingos y de piedras
Por aquí camparon los vikingos y dejaron incluso un poema en caracteres rúnicos, grabados sobre la llamada “piedra de Karlevi”. Es un homenaje fúnebre a Sibbe, valeroso caudillo que, en torno al año mil,combatió en el mar y por tierras danesas como rezan los versos bajo los que está enterrado en lo que debió de ser su propio feudo.
Así suena para un avisado recitador la estrofa en metro escáldico, caracterizado por sus aliteraciones, en honor de Sibbe:
Fulkin likr hins fulkþu
flaistr uisi þat maistar
taiþir tulka þruþar
traukr i þaimsi huki
munat raiþ uiþur raþa
ruk starkr i tanmarku
aintils iarmun kruntar
urkrantari lanti
Como veis, sólo faltaba que algún cantautor hubiera puesto música para haber hecho las delicias de Jorge Luis Borges
Son muchas las piedras que se yerguen para marcar milenarios sitios sepulcrales en Öland. Se distribuyen con frecuencia adoptando la forma de un barco vikingo.
Pero hay otro personaje literario que se lo hubiera pasado bien aquí con su lanza en ristre…
pues, las lastras milenarias, que datan de las edades del bronce y del hierro, alternan con los molinos centenarios que se conservan por decenas a lo largo y ancho de la isla.
Pero también hay memorias pétreas más modestas y recientes, aunque no menos poéticas…
ya que los visitantes hacemos honor a ese ceremonial de plantar grandes pedruscos y dejamos nuestras torretas de cantos rodados, a modo de mudas invocaciones frente al mar.
Por todos lados pacen las ovejas, pero, paradójicamente, un kilo de chuletas de cordero cuesta más en el restaurante que su pellejo lanudo, tan popular en Suecia como motivo de decoración en las casas tradicionales.
Así que, al atardecer del último día, renunciando al asado, nos contentamos con un acogedor restaurante griego frente al mar, en el puerto de Byxelkrok, lugar de llegada y salida de la isla por ferry, ya muy cerca del Långe Erik.
Olvidaba decir que para llegar a Öland, por tierra desde Kalmar, hay que tomar el puente que, salvando el Kalmarsund, nos conduce hasta el centro de la isla. Aquí lo divisamos desde la playa de nuestro albergue.
Pero de Kalmar hablaremos otro día.
Hoy terminamos con flores que, según Linneo y otros entendidos, tienen en Öland un territorio lleno de peculiaridades. Me cuentan que algunas sólo se encuentran aquí