Mi travesía estival hacia Escandinavia. (I) De Els Poblets a Marvejols, en la ruta más hermosa de Francia.
Dedico esta entrada a mi hijo mayor, más nómada que yo.
El viernes pasado, muy de madrugada, salida hacia Gotemburgo en mi travesía estival hacia Suecia, embarcado en mi ‘multivan’ Volkswagen T3 de 1989 (última serie de las “caravelle” con motor atrás), que ya va camino de ser un vehículo histórico. Me la mantiene Nito en su taller, dedicado exclusivamente a esta especie de furgonetas, en Cheste. Así que no hay que temer averías.
Parada para desayunar con mi hijo en Martorell y ruta de nuevo hacia Francia. Pronto dejo la autopista A9 para ascender por la A75, la más alta del hexágono, que, a mi modo de ver, junto con su continuación la A71, recorre las regiones más hermosas del corazón de Francia. Tras atravesar el aerodinámico viaducto de Millou, paso del departamento de Aveyron al de Lozère y circulo sin prisas por el paisaje de la Vallée du Lot para llegar a útimas horas de la tarde al camping de Marvejols.
Es la calma total, sólo animada por el sonido de las aguas trasparentes del torrente de La Colagne, que bordea la parcela donde paso la noche.
Por la mañana visito la villa medieval, destruida durante las guerras de religión, que fue reconstruida por Enrique IV. No encontré ninguna placa en memoria de su población protestante, masacrada por tropas católicas durante aquellas hazañas en nombre de la religión, pero sí una que agradece al rey su obra.
En la plaza del mercado campea, contemporánea, una fea estatua de bronce dedicada al monarca.
Enrique IV es el personaje más importante de este lugar, junto con la famosa bestia del Gévaudan, enorme y legendario animal al que se atribuyeron decenas de muertes, sobre todo de mujeres y niños, en esa comarca boscosa y abrupta, al norte de Marvejols, entre 1764 y 1767. Este bicho cuenta con otra abominable estatua, del mismo escultor local, pero no hay ninguna en memoria de los niños que se comió.
Ilustro brevemente con mis fotos, el mercado local de los sábados…
Las puertas medievales de Marvejols…
Sus calles…
Y las enseñas de sus cafés…
Pero el departamento de la Lozère, con sus parque nacional de Cévennes, sus innumerables valles y gargantas y sus pueblos medievales me seguirá guardando motivos para volver.
Bonita entrada, que bien narras, gracias
Gracias, Carmen. Continuará…
Hola papa, me alegro que hayas visitado pueblos bonitos en tu viaje. Un abrazo!
Que bonito Moncho, que tal está Ramon? Cuentanos el resto del viaje.
buen viaje ,un beso
Gracias por vuestros comentarios. Aún quedan dos o tres capítulos de este viaje…