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Breverías erasmianas (XVI): “Optimum non nasci”

28 septiembre, 2014
Torsten Renqvist. Sombras. 1979. Coleccion de la familia. Foto R.Puig

Torsten Renqvist. Sombras. 1979. Coleccion de la familia. Foto R.Puig

Cuando la tierra era un hervidero de volcanes golpeado por enormes meteoritos, hubo una especie de mamíferos, modestos y tenaces, que sobrevivieron a los grandes señores del planeta, los dinosaurios.  Bajo cielos de ceniza, en una biosfera hostil, siguieron pariendo y amamantando y, pasados millones de años, al azar de la evolución, de aquellos ancestros un ramal imprevisto y frágil devino el germen de la noosfera.

Hoy no se ciernen sobre nosotros aquellos mantos de ceniza que rodeaban el planeta, pero, desde que el género humano plantó sus pies sobre la tierra, angustias y temores, desastres y males colectivos, crueldades inéditas, demografías expansivas y plagas, milenarismos apocalípticos y conflictos que se repiten siglo tras siglo llevaron paradójicamente a poetas y filósofos, a transmitir el que quizás sea el proverbio más pesimista de toda la tradición paremiológica.

Compsognathus longipes.Foto G.Jansen en ABC Ciencia

Compsognathus longipes.Foto G.Jansen en ABC Ciencia

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Más vale no nacer

Adagio II, III, 49

En este caso, el comentario no deja traslucir para nada la opinión personal del comentador. Ni moral ni filosofía. En descargo suyo hay que decir que en una colección de 4.151 adagios, en la mayoría de los casos no tuvo tiempo para moralejas, bastante fue recopilar los loci y contextos en los que habían sido utilizados.  Aun así su pensamiento filosófico, ético, político y social quedó bien patente en una importante serie de ellos y muchas otras obras.

Esta es una más de las glosas de carácter filológico de Erasmo, en las que no desliza su opinión personal y simplemente cita a los autores que utilizaron el proverbio:

Este elegante aforismo, muy utilizado en la literatura, lo transcribe Plinio en el inicio de su libro séptimo [de la Historia Natural] donde enumera los innumerables peligros que rodean nuestro nacimiento junto con todos los desastres de la vida, para llegar a la siguiente conclusión: Han sido por tanto muchos los que han mantenido que lo mejor es no haber nacido, o haberse extinguido lo antes posible

A esta formulación del adagio en Historia Natural (capítulo VII dedicado al hombre) la precede una lista de las debilidades del animal humano,  de las que se hizo eco Erasmo en otros comentarios, en los que no se limita a la dimensión filológica, y en los que  contradice el pesimismo de Plinio el Viejo, del que valgan estas muestras:

… ¡comienza su vida entre suplicios, sin otra culpa que la de haber venido al mundo! ¡Qué locura la de creerse con derecho al orgullo después de tales comienzos! … el hombre es el único que no sabe nada sin aprendizaje, ni hablar, ni caminar, ni nutrirse; en una palabra, lo único que sabe espontáneamente es llorar. Por lo que muchos han pensado que lo mejor es no nacer, o ser eliminado lo antes posible

Plinio remata así ese capítulo:

Que desgraciada locura es la de querer recomenzar la vida tras la muerte! … esas ilusiones y esta credulidad destruyen el principal beneficio de la naturaleza, la muerte, y duplican la pena del que va a morir, haciéndole soñar una vida futura

Pero dejemos a Plinio y sigamos con el comentario de Erasmo, que ahora cita un fragmento de una obra desaparecida de Cicerón (De consolatione):

Lo mejor de todo es no nacer, ni venir a precipitarse contra los escollos de la vida; la otra opción, ya que has nacido, es morir a la primera ocasión y escapar de la violencia de la fortuna como quien escapa de un incendio

Y que los poetas tampoco fueron mancos en cantar la negrura de nuestro destino lo demuestra la siguiente cita del poeta satírico Alexis:

Lo mejor es no haber aparecido nunca bajo estos cielos.

Lo inmediato, si ya has nacido, es quitarte de en medio

Le siguen Teognis (“mejor no haber visto los tristes rayos del sol”), Eurípides y  Menandro.  

Luego, Erasmo dedica un amplio espacio a un epigrama atribuido a Crates, el filósofo cínico, citándolo en el griego original para, a continuación y según su costumbre, demostrar su dominio de la lengua helénica con su elegante versión latina, que yo traslado al castellano con relativa libertad:

¿Por qué deseas emprender el camino de la vida?

Doquiera te dirijas, está repleta de males.

La plaza pública retumba con litigios y sectarismos.

En casa la ansiedad te atormenta.

El campo triste te agota con su labor incesante.

Si surcas los mares y sus olas, mil peligros te acosan.

Si vives y tienes posesiones en el extranjero,

Te abrumará el temor y estarás inseguro.

Y si tu bolsa cuelga vacía de dineros

¡Qué triste es la indigencia!

¿Tienes mujer? ¡Cuántas preocupaciones!

Si no la tienes, vivirás solitario.

Si traes hijos al mundo ¡que trabajo criarlos!

Si no procreas, privado de hijos tu vida será oscura.

Si fueses joven, insensata es la juventud.

En la vejez canosa se agotarán tus fuerzas.

Así que, si eres cuerdo, qué te queda pregunto:

O que nunca hubieras salido de las tristes entrañas

Del útero materno o que, al poco de salir,

En la lóbrega Estigia te hubieses sumergido

….

Quod nam iter humanae cupias insistere vitae?

Quoquo te vertas, omnia plena malis.

Litigiis causisque forum strepit usque molestis,

Perpetua cruciat sollicitudo domi.

Enecat assiduis rus triste laboribus ; undas

Et freta si sulces, mille pericla premunt.

Viventi peregre si res tibi suppetit ampla,

Cuncta miser metues nec bene tutus ages ;

Rursum si vacuae pendebunt aere crumenae,

Ut durum ac miserum est hospitem egere virum !

Conjugium sequeris, quanta hic te cura sequetur !

Desolatus eris, si sine conjuge eris.

Si tollis sobolem, multo educenda labore est ;

Non tolles orbi lumine vita vacat.

Si juvenis fueris, vaga et inconsulta juventa est ;

Viribus effoeta est cana senecta suis.

Ergo quid reliquum est, quaeso, nisi, sanus ut optes

Alterutrum : aut numquam tristibus e sinibus

Materni prodisse uteri, aut ubi protinus illinc

Exieris, Stygias abdier in latebras ?

Por si fuera poco, continúan los testimonios, no sólo entre los griegos, cuya forma de pensar refleja el poeta Ausonio en parecidos términos, sino también entre los tracios y otros vecinos suyos, de los cuales  (basándose en Herodoto) escribieron Quintiliano, Plinio y Valerio Máximo :

cuando nace un niño, los parientes, sentados a su alrededor se lamentan, evocando las miserias que va a tener que padecer desde el momento de su llegada a la vida, y, por otro lado, cuando alguien muere, juegan y se regocijan durante el funeral, al pensar que ya no estará al alcance de innumerables males

Plutarco también se refiere a un poeta trágico no identificado, que otras fuentes dicen ser Eurípides.  La versión latina de Erasmo y mi modesta traducción suenan así:

Llorar se debe al que nace, pues afronta grandes males.

Pero al muerto, sustraído a los castigos de la vida,

De su casa se le lleva a enterrar con alegría y regocijo.

Plorare natum ut maxima ingressum mala,

At mortuum vitaeque subductum malis

Efferre laetos gratulantesque aedibus.

El comentario acumula al final  los pareceres coincidentes de Menandro, de nuevo Homero (“Pienso que nada es más patético que el hombre / de todo cuanto respira y se mueve sobre la tierra”) y de Plauto (“¡Cuánto mejor haber vivido que vivir!”).

Pero en este final de su glosa, Erasmo recurre también a Virgilio, aunque escamotea el contexto, pues cita un solo verso y el comienzo del siguiente. Para mejor entender al poeta, prefiero citar y traducir completos los tres (Geórgicas, III, 66-69) que a mi modo de ver interesan:

Optima quaeque dies miseris mortalibus aevi

Prima fugit: subeunt morbi tristisque senectus,

Et labor, et durae rapit inclementia mortis.

Para los míseros mortales son los mejores días de la vida

Los que primero huyen: surgen los dolores y la triste vejez,

Y la fatiga, y la inclemencia de una muerte cruel nos arrastra.

Y, volviendo al contexto de esa parte del poema, no sé si se trata de un lapsus o de un guiño erasmiano, ya que lo que Virgilio parece expresar en ese capítulo es en realidad el deseo de que la vida sea larga. Al menos si damos fe a los versos siguientes que tratan de cómo cuidar al semental y conseguir una sana y abundante reproducción de los rebaños.

(Fuente del texto latino del adagio: Les Adages d’Érasme présentés par les Belles Lettres et le GRAC (UMR 5037), 2010, pp. 1038-1043. La traducción del latín es mía)

Echa de nuevo a andar. Artipelag. Estocolmo. Foto R.Puig

Echa de nuevo a andar. Artipelag. Estocolmo. Foto R.Puig

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¿Y ahora qué?

Hay un pequeño pub-restaurante en la Carretera de Las Marinas, no lejos del cual suelo divagar cuando estoy en España, que regentó durante varios años (hasta que la famosa crisis les hizo dejarlo) una pareja amiga. Él (el chef) es de Londres, ella de Eslovenia y la hija está acabando su carrera de filología alemana.

A finales del 2011 la cocinera ayudante, una señora rumana que habla el castellano mejor que muchos castizos, observando a la patrona atareada en su jardín, le dijo:

¿Para qué plantas flores si el año que viene se acaba el mundo?

Hace dos días he leído que Henry Kissinger, en un nuevo libro, anuncia que “el caos amenaza el orden mundial”. No sabía yo que aquel que sembró la desgracia en millones de vidas, urdiendo intervenciones ilegales y antidemocráticas fuera de su patria, todavía colea. Dudo que en su libro llegue a recomendar que optimum non nasci (al menos no para sus amigos, de hecho él tiene nietos), pero el que estos aprendices de brujo sigan anunciando catástrofes y sientan que sus profecías son originales me trae a la memoria otros libros.

Hubo en el siglo XVI un teólogo reformador, Urbanus Reghius (1489-1541), año más año menos coetáneo de Erasmo y de Juan Luis Vives, que escribió una obra que se titulaba “Querela de miseriis et calamitatibus mundi, et praesentis vitae ac temporis” (Lamento de las miserias y calamidades del mundo y de la vida y la época actuales).

De Urbanus no he podido averiguar si dejó descendencia. Pero de Vives podemos decir que no y que dejó algunas reflexiones sobre sus temores en materia de procreación que no desentonan para nada de los autores clásicos citados más arriba:

Nacemos de hombres pecadores entre dolores muy agudos y con inmediato peligro nuestro y de nuestras madres, nuestra lactancia es una molestia continua y nuestra crianza un trabajo ininterrumpido (De concordia et discordia in humano genere, 1529)

Cuán grande es el beneficio de Dios porque no pariste o porque perdiste a los hijos antes de que te causasen tristeza (De institutione feminae christianae, 1523)

No obstante Vives tuvo siempre en gran estima las familias con hijos de sus amigos  y  desea éxito a sus mujeres en los embarazos, como manifiesta en su  correspondencia, y  sería largo destacar aquí los factores que pudieron influir en el hecho de que no procrease. Por las fechas de las dos obras citadas su familia estaba pasando momentos muy trágicos.

Ref: Ramón Puig de la Bellacasa,  La discapacidad y la rehabilitación en Juan Luis Vives, Real Patronato de Prevención y de Atención a Personas con Minusvalía, Madrid Septiembre 1993, pp. 57-58.  La discapacidad y la rehabilitación en J.L.Vives. Versión corregida, 2006 Pdf

Que un adagio tan radical haya sido difundido por autores clásicos que formaban parte de la élite de sus sociedades y, a pesar de los conflictos institucionales que a algunos les complicaron la existencia, en general no carecieron de un buen nivel de vida no deja de ser un síntoma más de que el pesimismo literario de los intelectuales es normalmente el privilegio de pocos.  Seguramente muchos de estos autores, a pesar del adagio, tuvieron descendencia y se alegraron de que sus hijos e hijas les dieran nietos.

De lo que no queda registro es de lo que pasa por la cabeza de millones de seres humanos, en la indigencia, víctimas de violencias sectarias, inmersos en pavorosos desastres y sin capacidad ni instrucción para expresarse en proverbios, padres, madres y abuelos de niños aterrorizados y desnutridos.

Un número inmenso de ellos malvive en campos de refugiados en Medio Oriente y África.

El zoco de Alepo. Anthony Loyd. The Times

El zoco de Alepo. Foto de Anthony Loyd. The Times

Como en la época de Urbanus Reghius, en el mundo se mezclan lo mejor y lo peor, lo atroz y lo admirable y no faltaron ni faltarán quienes se sientan inclinados a recomendar que lo mejor es no nacer.  Yo por mi parte pienso que entre nuestros hijos y nuestros nietos están y estarán, en latitudes y lugares de todo el planeta, los que podrán mejorar, en mayor y menor grado, las vidas de los seres humanos.

Aunque no nos falte razón para lamentarnos por lo que cada día vemos y se nos muestra, son las personas, con su responsabilidad individual intransferible, las que han de decidir qué es lo mejor en esta controvertida materia; y si la prole aumenta, si hay quien opta por traer más niños a este mundo que nos ha tocado en suerte, espero vivir muchos años para verles crecer.

Y, como explica mejor que yo el poeta, que la luz para ello no nos falte:

Con fresca luz se lava el mundo

Esa es su agua

Chorrea libre y generosa

Sobre sus claros hombros

Arrastra manchas hebras y fatigas

Disuelve ácidas costras y tristezas

Echa de nuevo a andar

La hora de su cuerpo rescatado.

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Joven como agua es esta luz

Después del baño es siempre inaugural

La ropa en que volvemos a envolvernos

Para pisar de nuevo el viejo suelo

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Y volverá mil veces el momento

De lavarnos el rostro

En la fría corriente matutina

Mil veces nos dará de nuevo

Y cada vez recién reinventado

Su regadío el día.

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Tomás Segovia, “Limpieza” en Día tras día, Valencia, Colección la Cruz del Sur, Editorial PRE-TEXTOS, 2005

La abuela y el nieto. Foto R.Puig

La abuela y el nieto. Foto R.Puig

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