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¿Qué pinto en Roma?

13 marzo, 2011


Mi amigo Jesús Chover me ha sugerido que, además de pasearme y desvariar en este blog, ya es hora de enseñar lo que de veras estoy pintando en Roma. Como de pequeño aprendí que debemos hacer lo que Jesús nos dice, voy a someter paulatinamente a vuestro ojo crítico lo que de mi mirada y pincel sale durante mi estancia en la ciudad eterna. Empiezo con una imagen característica de Roma.

El tema del lungotevere ha sido la materia de uno de mis primeros cuadros en la Accademia di Belle Arti de Roma (Acrílico y óleo sobre tela, 120 x 80 cm)

Mi profesor de III año de pintura es Giuseppe Modica, natural de Sicilia, pintor consagrado con un largo curriculum de exposiciones en Italia y en muchos otros países, excelente y exigente maestro, que respeta y apoya la evolución y el estilo personal del alumno. Para saber sobre su obra: http://www.giuseppemodica.com/

Lungotevere

Lungotevere se llama a las avenidas que bordean el Tíber por ambas riberas. Una de las primeras medidas urbanísticas en la Roma de la Italia unificada fue ponerle al río unos muros o parapetos (muraglioni) a lo largo de su paso por la ciudad.

El Tíber flanqueado por los «muraglioni», vista desde el Ponte Sisto

Las crecidas periódicas (piene) eran la pesadilla de los romanos. La terrible inundación de diciembre de 1870 fue interpretada por Pío IX como un castigo de Dios a las impías tropas italianas que habían conquistada Roma para la Italia unida en el mes de setiembre. La respuesta de Garibaldi fue proponer al parlamento en 1871 el proyecto de los murallones de contención del Tíber, que se concluiría en 1926 y que desde entonces han evitado las catástrofes de sus inundaciones seculares.

El Tíber en crecida a la altura de la Passeggiata di Ripetta y de la iglesia de San Rocco

Estos muros están construidos con grandes bloques de pietra travertina o travertino (el lapis tiburtinus de los romanos), que se extrae de las canteras junto al Aniene, afluente del Tíber, cerca de Tívoli (Tibur en la antigüedad). Esta piedra calcárea es la misma que ha dado cuerpo a todos los edificios de Roma desde el tiempo de sus primeros reyes, pasando por las obras de los romanos, los papas y el fascismo, hasta la Italia de hoy.

Por arriba, por los lungotevere, circula el tráfico frenético de la ciudad. Por abajo, casi al nivel del agua y al pie de los muros, se puede caminar a pie y en bicicleta, por sus anchos marciapiedi, o embarcarse en una piragua en uno de sus clubes de remo flotantes. Cuando hay crecida (una o dos veces por año) estas anchas aceras son las primeras en inundarse.

Basta asomarse a cualquiera de los puentes de Roma para contemplar las curvas del río embridado por estos muraglioni. Son una de las imágenes más características de la ciudad eterna, no mirando hacia el cielo sino hacia el agua del río adjetivado flavus flavum por Virgilio y Horacio respectivamente, a causa de ese ancestral color amarillento terroso producido por los sedimentos arenosos que acumula y transporta a lo largo de su curso

El río «flavus»

One Comment leave one →
  1. Eva permalink
    13 marzo, 2011 21:08

    Hola Ramón, te animo a que cuelgues alguna otra foto si puedes, para hacernos idea de como es la Accademia de Roma.
    Ánimo con tus pinturas y con tu futura escultura 😉

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